Como la vida misma Excelsior

¡TAN LEJOS, TAN CERCA! Este texto, aunque su encabezado coincide con el título de la extraordinaria película de Wim Wenders, no tiene nada que ver con aquella belleza cinematográfica.
Aprovecho su llegada a mi memoria para recomendarla si no la han visto, por mi parte, hoy volveré a verla; la Unagi y un servidor, armados de manta, té, vinito dulce y palomitas, nos regalaremos ese privilegio de sofá.
Pero el tema que me ocupa es muy distinto.
Hace ocho días me sumergí en la serie documental sobre la Segunda Guerra Mundial en color, un goce integral, diez capítulos trepidantes, que me mostraron una muy distinta perspectiva sobre el conflicto y que desde una visión técnica muestra muchas circunstancias que pudieron haber cambiado el sentido de la historia.
Muestra el horror del holocausto, pero no se centra sólo en él y su espectro es mucho más amplio.
El cierre con la hecatombe de las dos bombas atómicas estallando sobre Japón, te deja la sangre helada e invita a la reflexión.
Han pasado ochenta años y el mundo parece no haber aprendido nada.
Una Alemania humillada por el Tratado de Versalles llevó al poder a un loco con sed de venganza y con la promesa de recuperar los territorios perdidos y la grandeza teutona.
Un pueblo culto se dejó embaucar en una escalada frenética, mientras el mundo miraba hacia otro lado y permitía el rearme, asintiendo con su indiferencia a que Hitler rompiera uno a uno los dictados del tratado y amenace con anexarse Austria y Checoslovaquia para después invadir Polonia y media Europa.
Sé que hoy el panorama es distinto, quizá exagero, pero el conflicto en Ucrania nos coloca, tan lejos, tan cerca, de la tercera guerra mundial, pendientes de una negociación plagada de complicaciones entre las partes.
Putin, Biden y Zelensky como primeros actores, la OTAN, también en primer plano calentando motores.
El gas ruso que paralizaría media Europa, las sanciones económicas, más de ciento cincuenta mil soldados en la frontera, las muestras de poderío por ambas partes enseñando las fauces de bombas cinco mil veces más potentes que la de Nagasaki, maniobras y ensayos militares nunca antes vistos en la zona, movilización de barcos, misiles y satélites.
Gritos y portazos, poco talante negociador, parecieran una panda de machos jugando a ver quién la tiene más grande; en fin, un reverendo desmadre, que bien puede acabar en nada… pero también puede acabar con todo.
El mundo está loco, esta frase no por trillada deja de ser vigente.
Los ánimos están caldeados, la guerra es un gran negocio y las grandes potencias están necesitadas de contrarrestar la crisis de la pandemia.
La desigualdad campea a sus anchas, más de la mitad del planeta es pobre y el veinte por ciento pasa hambre.
El deterioro ecológico sin freno, el cambio climático es cada día más evidente.
África es un polvorín, América latina envuelta en el populismo, y tanto India como China tampoco están muy calmados.
Vivimos esta zozobra y no podemos acogernos al deseo de Mafalda, para que lo paren un momento y bajarnos.
No, aquí y ahora nos tocó vivir y esto es lo que hay.
Le cuento a mi nieta lo que nos toca hacer, no es mucho, pero todo ayuda.
Separar la basura, tratar bien a los animales, contaminar menos, caminar más y usar poco el coche, y pocas recomendaciones más para una niña de diez años, pero hay una que justifica mi papel de abuelo y de ciudadano del mundo… ser mejor persona, amar a la tierra y a sus habitantes, y acogerse a la belleza, descubrirla en lo simple, en un juego, en un atardecer, en un paseo con los perros, en un beso y muchos te quiero.
Colgarse del arte, ver buen cine, leer mucho y variado, disfrutar el teatro, la pintura.
Escribir un poema, beberse de un sorbo a Neruda, a Machado, Nervo, o a Bécquer y a Campoamor.
Tratar por todos los medios de sonreír y vivir intensamente, ser felices y disfrutarlo, al menos mientras todo esto vuele en millones de pedacitos y nos volvamos todos polvo de estrellas.
Columnista: Miguel DováImágen Portada: Imágen Principal: Send to NewsML Feed: 0