Viven un duelo sin final familias de desaparecidos Elimparcial.com Sonora

Las familias que tienen un ser querido desaparecido, son condenados a vivir en un duelo sin final y en la incertidumbre por no saber qué le pasó y dónde quedó su cuerpo, lo que les acarrea con el paso de unos años enfermedades como depresión, hipertensión y diabetes.
De acuerdo a especialistas, el dolor que sienten familiares o amigos que convivieron el día a día con una persona que fue víctima de desaparición forzada no es igual al que enfrentan las personas que sufren pérdidas por asesinatos, porque estos tienen la oportunidad de cerrar un ciclo.
Al registrarse una privación ilegal de la libertad, las familias tienden a desquebrajarse porque inician las culpas y señalamientos, además de que su salud se ve deteriorada al no tener la paz, ni la tranquilidad de la situación que pudieran estar atravesando el desaparecido.
En diciembre pasado, medios nacionales publicaron varias historias de padres y madres que pidieron de regalo de Navidad a los captores de sus hijos que les indicaran el lugar exacto donde fueron arrojados sus restos para recuperarlos y darles sepultura.
Las personas sin excepción necesariamente deben acudir a terapias individuales, grupales, religiosas o participar en grupos que se dediquen a brindar ayuda a quienes sufren una situación similar para subsanar su dolor.
En el último año, las Guerreras Buscadoras de Sonora han documentado al menos 200 privaciones de la libertad en municipios como Navojoa, Ciudad Obregón, Empalme, Guaymas, Hermosillo y Nogales.
Mientras que en la región Guaymas-Empalme, de 2012 a la fecha, el colectivo ha registrado más de 780 desapariciones, entre mujeres y hombres de 15 a 40 años de edad, con casos de hasta cinco integrantes en una sola familia.
Antes de la creación de este colectivo, en enero del 2018, varias mujeres se dedicaron a buscar sus desaparecidos en diferentes puntos de ambos municipios, logrando la localización de siete cuerpos, de los cuales sólo uno fue identificado y entregado a la familia.
En enero de este año Las Guerreras Buscadoras de Sonora y Las Rastreadoras del Fuerte encontraron el cuerpo de una menor de edad, desaparecida en septiembre del año pasado, enterrada en una vivienda de la colonia Libertad, de Empalme, donde días antes Servicios Periciales había sacado la osamenta de otra mujer.
Duelo extendido El duelo que viven las familias que tienen a uno o más seres queridos desaparecidos es más profundo y extendido que cualquier otro, porque no tienen la oportunidad de cumplir con los ritos establecidos de la muerte en la cultura mexicana, apuntó el sicólogo Manuel Vidaña Vidaña.
El especialista en sicoterapias, intervenciones en crisis, depresión, desarrollo humano y orientación vocacional, señaló que el proceso que conlleva un sepelio de un fallecido, ayuda a vivir lo que es la muerte, mientras que las familias que no lo realizan viven un duelo sin fin.
“Se calma el duelo, se puede olvidar por largos momentos, pero siempre estará la pregunta: ¿Dónde está?, ¿dónde quedó? Las familias necesitan terapias, apoyo grupal, incluso religiosa, en Sonora hay asociaciones que se reúnen para aceptar el dolor”, externó.
Las familias que enfrentan una desaparición forzada, apuntó, tienden a sufrir desunión y con el paso de unos años empiezan a padecer enfermedades como depresión, ansiedad, hipertensión y diabetes, sobre todo en los parientes más cercanos.
“Hay gente que hace ritos pasado un tiempo de la desaparición de su familiar para vivir esa situación de la muerte, es decir entierran un cajón vacío, es como hacer un entierro falso, lo que resulta en ocasiones más sano para todos”, externó.
En México, dijo, después de cumplir las 72 horas de desaparecida una persona, las probabilidades de encontrarla con vida son de apenas un 20%.
Consideró que el objetivo de las desapariciones forzadas no es para castigar a los familiares, sin embargo les afecta de manera directa a todos los que convivieron con la persona.
“Algunos encuentran apoyo con Dios o en la filantropía, es decir hacen asociaciones que apoyan a familias que enfrentan las mismas circunstancias para sobrellevar el dolor; esto es una de las cosas más feas que puedan ver y vivir las familiar”, subrayó Vidaña Vidaña.
El consejo que siempre da a quienes sufren estas pérdidas, es que deben permanecer positivos, sanos y con esperanza porque no saben si en realidad está muerto o no, y en caso de que aparezca los ocupará vivos.
Buscan sin pararCynthia Godínez Gutiérrez pasa los días buscando a su hijo y otras personas que han desaparecido en los municipios de Guaymas y Empalme para sobrellevar la agonía que vive desde el 30 de junio de 2017.
La mujer es integrante del colectivo Guerreras Buscadoras de Sonora, y en 2017, su hijo Gustavo Ángel, de 15 años de edad, desapareció sin dejar rastro, tras supuestamente ser detenido por policías municipales y llevado al Centro de Detención junto con otro menor.
Desde entonces, ha dedicado su vida a buscarlo por diferentes lugares de la región e incluso del Estado, sin éxito, logrando compartir su dolor con otras mujeres que enfrentan la misma situación.
“Vivo muerta en vida, a diario vivo en agonía y con un dolor que he aprendido a manejar, pero que nunca superaré, porque no sé por qué se lo llevaron, apenas tenía 15 años”, finalizó.
El último día que lo vio, el adolescente no tuvo la oportunidad de comer junto a sus tres hermanos y padres, pues salió poco antes de las 13:00 horas, que era regularmente la hora que servía los alimentos.
“ A veces nos mandan mensajes para indicarnos que nuestros familiares están en algún lugar, pero generalmente estos avisos son falsos, son muchachos que se parecen.
En lo personal fui hasta Hermosillo a buscar a mi hijo porque me dijeron que allá estaba y no era”, finalizó.
Más de 100 por añoEn los últimos siete años, en Guaymas y Empalme se ha reportado la desaparición forzada de al menos 780 personas, entre menores de edad, mujeres y hombres, en diferentes situaciones y puntos de la región, aseveró la líder del colectivo Guerreras Buscadoras de Sonora.
María Teresa Valadez Kinijara apuntó que apenas el año pasado integraron el colectivo, pero desde que desapareció su hermano en agosto de 2012 empezó con las búsquedas, logrando la localización de siete cuerpos en la carretera Empalme-Hermosillo, a la altura del caminante, entre los mangles de Bella Vista y cerca del Cañón el Nacapule.
“Como colectivo sólo hemos encontrado un cuerpo, fue el de la menor Anahí Leonor, su mamá nos pidió apoyo para ir a buscarla porque le indicaron por medio de una llamada telefónica donde había sido enterrada, pero al ser buscada por autoridades encontraron a otra persona”, explicó.
La Fiscalía General de Justicia en el Estado, dijo, les abrió las puertas para la realización de ADN de las familias que tengan desaparecidos y la búsqueda de sus seres queridos en los más de 90 expedientes de los cuerpos que fueron sepultados sin identificar en la fosa común.
“En las revisiones de expedientes que se han realizado no se ha localizado a ninguno de nuestros desaparecidos.
Cada semana pasan en grupos de tres o cuatro para revisarlos de acuerdo a la fecha que desapareció”, manifestó.
Los sonorenses, principalmente los que habitan en Guaymas y Empalme, dijo, le han manifestado su confianza compartiendo con el colectivo la desaparición de sus familiares.
Como hermana de Fernando Valadez Kinijara, quien desapareció el 14 de agosto de 2012, indicó, conoce de cerca el dolor, la angustia, las dudas y la falta de paz que enfrenta una familia que vive un proceso similar.
“Es un daño sicológico que no se supera jamás, veo a mi mamá y a mis sobrinas pasar por un sufrimiento tan grande que prefiero olvidarme de mi dolor para darles fortaleza, trato de ser fuerte para ellas, pero a veces es difícil”, expresó.
A su familia, la privación ilegal de la libertad del hermano los unió e incluso los vecinos se han mostrado solidarios, pero se han presentado casos donde no reciben apoyo.