Q, la conspiración Excelsior

Guillermo FajardoEscritorTwitter: @GJFajardoS El reciente documental de HBO, Q: hacia la tormenta, es un valioso testimonio para entender el contexto político de nuestro tiempo.
Para quien no esté enterado, QAnon es una teoría de la conspiración proveniente de la extrema derecha estadunidense, en la que se cree que una cábala global formada por políticos y estrellas de Hollywood que adoran a Satanás y beben la sangre de niños para rejuvenecer.
Trump, luchando en secreto contra el grupo, iba a arrestar a miles de miembros de esta élite cuando llegara un evento llamado la tormenta, que culminó con el asalto al Capitolio de este año, en un intento por salvar la presidencia del republicano.
Q es un movimiento horizontal, anónimo, sin líderes reconocibles y sin credos palpables, excepto el de creer que existe.
 La conspiración inició en un foro de internet llamado 4chan, en donde los usuarios interactúan entre ellos basados en sus preferencias.
Después de un tiempo, 4chan decidió no permitir que Q publicara ahí y la conspiración acabó en 8chan, un foro similar, pero sin moderadores.
Y esa fue la clave.
Estos sitios representan el epítome más grotesco de la libertad de expresión: lugares en donde todo tipo de fobias y odios se ventilan con la tranquilidad que proporciona el anonimato.
Todo empezó en octubre de 2017, cuando un usuario, Q, publicó un hilo titulado La calma antes de la tormenta.
Días atrás, Trump, en una reunión con militares, había utilizado las mismas palabras.
El significado de aquello es una moneda al aire.
A partir de aquí, QAnon explotó sin control, pues sus seguidores comenzaron a llevar aquella violencia imaginada al mundo real, hasta culminar en el asalto al Capitolio.
Una teoría de la conspiración es el camino más corto de la fe: la conspiración es una religión incompleta que se rellena con la espontaneidad de millares de voces que crean un dogma tan caótico como absurdo.
Desde el asesinato de JFK, hasta el Área 51, y pasando por los complots en contra de AMLO, las conspiraciones forman la parte irracional de la conversación pública.
Aquí en México las tenemos todos los días.
La nota diplomática de López Obrador, enviada al gobierno de EU en torno a que el financiamiento de ese país a Mexicanos Contra la Corrupción significaba “promover el golpismo”, resume a la perfección este estilo de gobernar.
López Obrador no es tanto un populista, sino un conspirador y una conspiración no germina por temor al poder, sino a la inteligencia.
 Q es un ejemplo de esta fe de lo irracional.
Y es que lo que Q les prometía a sus seguidores no era sólo una narrativa absurda, sino una promesa restauradora y seudo religiosa: eliminar a los traidores, hacer una revolución, arrestar a los corruptos.
Desde 2017 hasta 2020, Q escribió alrededor de cinco mil mensajes.
Algunas de estas publicaciones, convertidas en memes —la nueva semiótica de la comunicación virtual— llegaron a aparecer en la cuenta de Twitter  de Trump, dándoles legitimidad.
“La tormenta” sería la culminación de todos estos eventos.
Esta lógica restauradora trenzó las relaciones de Trump con sus seguidores.
Lo mismo puede decirse de AMLO con los suyos: los conservadores, Salinas de Gortari, o la mafia del poder, son constructos imaginados que ofrecen una narrativa tan resbaladiza como pedestre: ellos o nosotros.
En cierto sentido, Q es un experimento democrático descontrolado, ya que le permite imaginar a sus usuarios una reivindicación para sus males.
Y es también un juego, pues los mensajes son inentendibles por sí mismos y son sus acólitos quienes les dan sentido.
A pesar del caos, este ambiente conspiratorio contiene rituales que lo encauzan, pues todo parece encaminado al desmantelamiento de la élite.
Y esto es obvio: Q traduce la ansiedad de aquel sector blanco que ha perdido privilegios a mansalva gracias a una constelación de factores difusos que se lanzan al abismo de la globalización, el comercio y la disolución del Estado de bienestar.
Q es Babel digitalizada, no porque todos hablen un idioma diferente, sino porque es difícil darle un sentido.
Por esto existen usuarios dedicados a descifrar este tinglado de lo absurdo.
“Nada es al azar, todo tiene significado”, llegó a escribir Q.
La falta de sentido común es la principal responsable de que teorías absurdas tengan cabida.
El problema con una conspiración es que no puede ser desmentida, sino sólo aplazada al infinito.
 Q es la representación de lo que sucede cuando una democracia pierde sus contrapesos y el sentido de solidaridad: en una discusión horizontal, un grupo se radicaliza e impone una narrativa, la cual deriva como la única posible.
Se encienden las hogueras.
Cualquier llamado en torno al sentido común huele a traición.
Trump y López Obrador han sabido aprovecharse de este estilo conspirativo para mantener sus cotos de poder.
Las mañaneras son un foro gigantesco con un solo usuario.
Palacio Nacional es el lugar más estúpido del mundo.
 Columnista: Opinión del experto nacionalImágen Portada: Imágen Principal: Send to NewsML Feed: 0