Esquites, lágrimas y esperanza: el Día de las Madres de doña Brisia Siete24.mx
Por la víspera del Día de las Madres, entre el tráfico y los pasos veloces de Paseo de la Reforma, el aroma de maíz hervido nos llevó directo al corazón de una historia que no esperábamos encontrar.
Doña Brisia Martínez Martínez no estaba en nuestros planes. Salimos con la intención de hacer un sondeo sobre la maternidad en la ciudad, armados con preguntas sobre el significado de ser madre y los desafíos de conciliar la vida personal y profesional.
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Pero fue el vapor de una olla de esquites, no una encuesta, lo que nos condujo a un testimonio que nos marcaría para siempre.
Con una sonrisa que en segundos se transformó en lágrimas, Brisia comenzó a hablar. Su voz, a ratos firme y a ratos quebrada, nos hizo guardar el micrófono y prestar atención con el alma.
Originaria de Veracruz, Brisia llegó a la capital con el anhelo de trabajar y ganar su propio dinero y a sus 44 años, es madre de cuatro y abuela de tres nietos.
Todos los días, sin excepción, planta su pequeño puesto de elotes y esquites como quien levanta una trinchera para sobrevivir con dignidad.
“No me rajo, porque hay que comer”
La vida de Brisia no ha sido fácil. Madre soltera, ha sorteado la crianza de sus hijos entre jornadas eternas de trabajo, ollas calientes y un carrito que arrastra sobre el pavimento.
“No me rajo, porque hay que comer”, dice sin victimizarse, con ese tono de quien ha hecho de la necesidad una fortaleza.
Su relato no está lleno de grandes logros materiales, pero sí de pequeños triunfos cotidianos: ver a su hijo mayor trabajar, cuidar a sus nietos cuando se puede, y soñar con una casa propia donde todos puedan vivir tranquilos.
Y aunque los días pesan, Brisia no se detiene. Agradece cada jornada, cada cliente, cada moneda que la acerca un poco más a su anhelo de estabilidad.
Dice que no se permite flaquear, porque si ella cae, nadie más sostendrá lo que ha construido.
El sazón que abraza y alimenta
Los elotes y esquites que vende Brisia no son solo comida: son testimonio. Cada cucharada lleva el sabor de sus desvelos, de su fe, de sus ganas de salir adelante.
En su menú también hay “doriesquites”, una creación que mezcla frituras con maíz y salsa, y que se ha convertido en el favorito de muchos.
Pero más allá del gusto, lo que sus clientes se llevan es otra cosa: una conversación, una sonrisa, una historia que les recuerda a su propia madre, a su abuela, a esas mujeres que, como Brisia, nunca se dan por vencidas.
Este 10 de mayo, Brisia estará trabajando, como siempre. Porque las madres como ella no celebran el día con flores o desayunos en cama. Su celebración es otra: resistir, alimentar, sostener y no rendirse.
Y quizás, en ese acto cotidiano de servir un vaso de esquites humeantes, esté el verdadero homenaje que esta ciudad y este país le deben a miles de madres como ella.
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GDH
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