El mundo rosa de José Ramiro López Obrador Elarsenal.net
Raúl Flores Martínez.
La creciente violencia que se vive en Tabasco no es una percepción infundada ni un invento de los medios de comunicación. Es una realidad dolorosa que enfrentan a diario miles de ciudadanos, y que se traduce en homicidios, extorsiones y una presencia creciente de grupos criminales que operan con impunidad en diversas regiones del estado.
Sin embargo, esta emergencia parece pasar desapercibida para el secretario de Gobierno, José Ramiro López Obrador, quien recientemente desestimó el trabajo periodístico y lanzó descalificaciones contra reporteros que cuestionaban el incremento de hechos violentos. “Ya bájenle, es que andan como buitres ustedes los de la XEVT, hermano, buscando donde hay un muerto, ya bájenle”, declaró al ser abordado por la prensa.
En lugar de asumir su responsabilidad como servidor público y responder con seriedad a temas sensibles para la ciudadanía, López Obrador optó por minimizar el problema y desacreditar a quienes lo visibilizan.
“¿Por qué no dan otras noticias? Hay noticias buenas en Tabasco”, dijo, en un intento de desviar la atención de una situación que, por el contrario, exige respuestas contundentes del gobierno.
Las declaraciones del funcionario han generado una fuerte ola de indignación entre periodistas, defensores de derechos humanos y la opinión pública. Diversas voces han recordado que el papel de los medios no es maquillar la realidad, sino exponerla, sobre todo cuando se trata de temas que afectan directamente la vida y la seguridad de los ciudadanos.
El reclamo de los medios no es menor: Tabasco enfrenta una espiral de violencia que no puede seguir siendo ignorada ni minimizada por sus autoridades. Pretender que todo marcha bien, mientras la inseguridad se apodera de comunidades enteras, no solo es irresponsable, sino profundamente ofensivo para quienes han perdido a sus seres queridos en medio de este clima de violencia.
Este tipo de agresiones verbales hacia la prensa, además de ser preocupantes en un país con altos niveles de riesgo para periodistas, reflejan una peligrosa desconexión entre el poder y la realidad que vive la sociedad.
La ciudadanía no necesita funcionarios que aplaudan lo inexistente, sino autoridades que actúen con seriedad, compromiso y empatía ante la crisis que atraviesa el estado.
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