Sembrar lectores para cosechar ciudadanos Heraldo de Aguascalientes

Cada 23 de abril, el mundo celebra a uno de los inventos más trascendentales de la humanidad: el libro. La UNESCO declaró esta fecha como el Día Mundial del Libro y del Derecho de Autor, un recordatorio de que, más allá del papel y la tinta, cada libro es una puerta abierta a la imaginación, al conocimiento y a la memoria colectiva de los pueblos.

Leer es un acto íntimo, profundo… incluso revolucionario. En una época dominada por pantallas, notificaciones y contenidos efímeros, sentarse a leer un libro es casi un acto de resistencia. Sin embargo, las cifras nos confrontan con una realidad preocupante: en México, apenas se leen 3.4 libros al año por persona, y hemos caído al lugar 31 a nivel mundial en hábitos de lectura. Aún más alarmante: desde 2015, el porcentaje de población lectora ha disminuido más de 14 puntos. Leemos menos, sí. Pero peor aún: estamos dejando de formar lectores.

Este problema no es casual. Tiene raíces profundas: desigualdades en el acceso a los libros, un sistema educativo que muchas veces privilegia la memorización por encima de la reflexión, y una industria cultural que a menudo se ve arrastrada por la velocidad de lo digital. Pero también hay algo más: una desconexión cada vez mayor entre los libros y las nuevas generaciones.

Y es ahí donde debemos poner la mirada: en nuestros niños y jóvenes. Porque leer no es sólo entender palabras: es imaginar, sentir, cuestionar. La lectura en la infancia fortalece el lenguaje, despierta la empatía, desarrolla el pensamiento crítico y enseña a concentrarse, algo tan necesario en esta época de distracciones constantes.

Según la UNESCO, los niños que adquieren el hábito lector desde temprana edad tienen muchas más probabilidades de alcanzar niveles altos de alfabetización. Y el National Literacy Trust en Reino Unido ha encontrado que los jóvenes que disfrutan de la lectura tienen cinco veces más posibilidades de destacarse en comprensión lectora. Además, leer reduce el estrés, mejora la salud mental y fortalece los lazos familiares cuando se hace en compañía.

Necesitamos, con urgencia, devolverle a los libros el lugar que merecen. Que se promuevan nuevamente las bibliotecas escolares, campañas de lectura comunitaria, espacios donde los libros estén vivos y al alcance; desde nuestras comunidades, creando espacios de encuentro alrededor de las letras. Pero sobre todo desde el hogar: leyéndoles a nuestros hijos, acompañándolos a librerías o bibliotecas, y dándoles el ejemplo. Porque un niño que ve leer, muy probablemente será un lector.

No se trata de rechazar lo digital, sino de equilibrar. De recordar que no todo cabe en un video de 30 segundos ni en un “scroll” interminable. El libro sigue siendo el único dispositivo que no necesita batería, y que incluso cerrado, contiene un universo listo para ser descubierto.

Cada 23 de abril, tenemos la oportunidad de preguntarnos: ¿qué futuro queremos si dejamos de leer? Porque leer no es un lujo, es una necesidad. Leer es comprender, imaginar, criticar, proponer. Leer, en el fondo, es no desaparecer.

Y para celebrar esta fecha, quiero regalar tres ejemplares de mi último libro Bajo el techo de un taller a quienes me escriban primero al correo honoerato@hotmail.com o a alguna de mis redes sociales: IG: noeg360, X (Twitter): noeg2, con su nombre y datos de contacto. Sólo les pediré a los ganadores una cosa a cambio: que, cuando lo terminen, me compartan su opinión. Porque un libro, sin lector, es solo un suspiro guardado.