“Visceral” un viaje al fondo de las obsesiones de María Fernanda Ampuero Editorial Aristegui Noticias

Por Héctor González

Desde hace varios años, María Fernanda Ampuero (Guayaquil, Ecuador, 1976) ha hecho del terror la materia prima de sus cuentos. Sin embargo, el terror de la narradora afincada en España desde hace varias décadas no tiene que ver con lo fantástico sino con temas como la violencia, la migración o los prejuicios sociales y familiares.

Tras publicar títulos como Pelea de gallos y Sacrificios humanos, la narradora hace un alto en el camino para presentar Visceral (Páginas de Espuma), un volumen que como ella dice, “va sobre un montón de cosas que están mal en el mundo”, pero que a la vez le permite argumentar a partir del testimonio porque escribe lo que escribe.

En Visceral reconoces que la ira es el combustible de tu literatura, pero en el caso de este libro hay más, ¿no?

 Sí, últimamente he pensado que aquello que te produce ira parte del amor; ya de sea del amor por tu tierra, por tus seres queridos, el amor por la gente trans o LGTTBIQ que es asesinada. En el caso de Visceral, está el amor que le tengo a esa niña y chica que fui. Me gustaría tener un rato con ellas, decirles tantas cosas, valorar su valentía, empatía, inteligencia y ternura. Igual todos fantaseamos con encontrarnos con nuestros “yo” del pasado y decirnos, no pienses eso de ti, no sufras por eso, que no tiene ningún sentido. Cuánto dolor se hubiese ahorrado esa niña si alguien le hubiera dicho eres increíble o te ves increíble vestida de la Mujer Maravilla, o no sé, algo tierno. Creo que este es un libro de ira y ternura.

Y también de aceptación, sobre todo con las cuestiones del peso. Ahora lo ves desde otro punto de vista, ¿no?

Sí, pero es doloroso que sea ya pasados los cuarenta años. Hoy te puedo decir esto es lo que soy y esto es lo que hay, pero en el camino hubo mucho sufrimiento. Poder decir la palabra gorda referida a mí, es algo apenas puedo hacer desde hace pocos años y se lo debo a la lucha en España del Orgullo Gordo y de un montón de chicas jóvenes que están dando la pelea con el tema de los trastornos de la conducta alimentaria que cada vez son más. Desgraciadamente parece que ese pequeño momento ha desaparecido con el Ozempic, curioso que apareciera una droga, químico o compuesto para adelgazar rapidísimo. Ahora todas las celebridades que antes nos representaba a nivel corporal, volvieron a estar delgadas como si aquello hubiera sido un capricho de un rato. Otra vez estamos sin referentes de nuestras corporalidades, pareciera que volvimos a los noventa y la delgadez de Kate Moss. Las personas gordas no somos una moda, estamos aquí todo el día, todo el tiempo.

El libro habla de un montón de cosas que están mal en el mundo.

Cierto, tienes razón, en realidad es un libro sobre todas las cosas que están mal.

Por ahí también se desvelan algunas claves de tus cuentos.

Claro, es algo que he pensado mucho, mucho. Alguien en algún momento me dijo que Visceral es la explicación de mis obsesiones. Cuando publiqué Pelea de gallos y Sacrificios humanos, de pronto me preguntaban por qué si parezco una persona muy cálida, escribía cosas tan aterradoras, me resultaba difícil responder y entonces decía, bueno, porque soy mujer, porque crecí en Latinoamérica, porque soy gorda, porque no respondo a los cánones de belleza, porque además vivo en un país que no es el mío, que además es el país que nos colonizó y que sigue teniendo una cosa de superioridad frente a nosotros. Es decir, Visceral es una respuesta larguísima a la pregunta de por qué escribo lo que escribo.

Una respuesta frontal y en la que da la impresión de que no te guardaste nada.

Siempre hay cosas que no se pueden decir. Soy consciente de que hablo con mucha crudeza. Le dije a mi mamá que no leyera el libro, no tanto por lo que tiene que ver con ella, sino por cosas que he vivido ya adulta. Aquí hablo de temas que no había tocado, como el no haber tenido hijos. Esa es una herida que nunca voy a reparar. Cada día me digo que no tengo un hijo y creo que es un duelo al que no se le da tanta importancia, es un duelo sin cadáver. No es que se pierda un bebé, se pierde la narrativa sobre cómo iba a ser tu vida siendo mamá. La muerte de una narrativa no tiene duelo, pero duele igual.

Perdona la pregunta, ¿por qué no tuviste hijos?, y ¿por qué te pesa tanto?, ¿no tendrá algo que ver con la expectativa social? Al final no tener hijos es también una decisión.

Por supuesto, respeto muchísimo a mis colegas y a la gente que decide no tener hijos. Mariana Enríquez definitivamente no quiere ser madre, ella lo tiene clarísimo. Es una bendición que vivamos en un momento en el que alguien pueda decir eso abiertamente y no la quemen en la hoguera. El tema es que yo sí quería tener un hijo y formar una familia. Quizás por eso no me decidí a hacerlo sola, yo estaba en pareja, llevaba casada muchos años y quería que esa persona fuera el padre de mi criatura. No sé, son esas cosas que pasan en la vida de la gente, a veces te equivocas, a veces deberías dar un puñetazo en la mesa y decir hay que tomar una decisión y no lo haces, tal vez porque te han enseñado toda tu vida a callar, a no molestar, porque tal vez tu mamá fue muy sumisa con tu papá, yo qué sé. Tal vez debí haber dado un puñetazo en la mesa y decir bueno, dime hoy y ahora qué va a pasar. No lo hice y probablemente sea uno de los grandes errores de mi vida. Me divorcié en el 2016 y Pelea de gallos, un libro oscurísimo, salió en el 2018, no es casualidad. Quienes me conocen saben que no soy una persona tan oscura, ni tan amarga, pero a veces recuerdo mis decisiones y me digo ‘tú que eres tan independiente y que has hecho cosas tan valientes como emigrar a un país indocumentada, etcétera, no tuviste el valor para hablar con el amor de tu vida, o sea, con tu esposo, y decirle necesito una respuesta lo más pronto posible’.

¿Qué sensación te produjo escribir sobre esto?

Fue muy difícil escribirlo y más difícil leerlo. El audiolibro lo leí yo y tuvimos que parar varias veces, menos mal que el productor fue lo suficientemente inteligente para dejar que llorara. Ante temas como la migración o la gordura, una establece sus herramientas, pero con la maternidad, que es una cosa tan salvaje, tan primitiva y mamífera, es difícil, de hecho, estoy en un grupo de apoyo de no madres en España. La sociedad habla muy poco de quienes sí queríamos ser mamás y no lo fuimos. No digo que todo el mundo deba ser mamá, pero yo sí quería y creo hubiera sido buena, pero nunca lo sabré.

¿Crees que tu mamá te haga caso y no lea el libro? Al final alguien le puede comentar incluso sobre lo que escribes.

Sí, de hecho, mi mamá tiene una increíble destreza para correr un velo sobre un montón de temas. No estoy segura de que haya leído alguno de mis libros, ella los tiene, pero nunca se ha comentado. Lo que sí me dice cuando me cuenta una anécdota, es “ahí te la doy para escribir un libro”, me da mucha gracia y ternura, porque es como aceptar que soy escritora. De casi todo lo que hablo en el libro he hablado con mi mamá, el tema de que me dio anfetaminas cuando era menor de edad, su obsesión por la delgadez; mi mamá odiaba sus caderas y se golpeaba contra la pared, recuerdo sus caderas moradas, casi negras, porque lo hacía a diario, no sé quién le dijo que así podía reducir las caderas. Mi mamá tomaba yodo, que es veneno, se mataba de hambre, comía media toronja y un huevo en cada comida. Lo que sé que ella no sabía, es que fui violada y casi asesinada de adulta. Supongo que para una madre leer eso debe ser debe ser terrible. También le pedí a mis hermanos que no lo leyeran, pero en general mí familia, sabe que cuento cosas delicadas que he visto desde chiquita.

Recién te operaron de un cáncer, ¿qué tanto ha cambiado tu relación con la ira a partir de la enfermedad?, hay quienes creen que el cáncer tiene que ver con cosas que uno tiene guardadas.

Al principio ese tipo de ideas me parecían pensamiento mágico, pero tengo una amiga que ha estudiado eso, las energías y la influencia del pensamiento en las enfermedades, y me dijo, “si te das cuenta dónde fue tu cáncer, ¿no?” Y claro, fue en el lugar que más dolor me ha causado en la vida, en mi aparato reproductivo. Tal vez es una coincidencia, pero según mi amiga, hay un vínculo. En el libro hay un texto que se llama útero y es súper paradójico que poco tiempo después me lo hayan tenido que sacar todo. No sé, no estudio las energías, ni, sé en qué creer, pero sí hay algo ahí curioso, por decirlo de alguna manera.

Eres una persona risueña, pero hay poco humor en tus libros, ¿qué relación tienes con el humor?

Soy una persona a la que le gusta mucho hacer reír. Mi familia, pese a todas sus disfuncionalidades, es gente muy ingeniosa. Si hablas 15 minutos con mi mamá, te reirás los quince minutos; mi papá a pesar de que era alguien muy firme, era gracioso. Mi hermano menor también lo es. A mi me gusta hacer reír a mis amigos, sin embargo, no me veo capaz de hacer un libro de estas características, porque me parece que vivimos una época donde ya hay suficiente entretenimiento y productos que son como estupefacientes. Me encanta Eduardo Mendoza y Roald Dahl, pero soy incapaz contar lo que cuento de manera graciosa. Yo no estoy para eso. Los libros se hacen con árboles que vamos a necesitar y quiero que cada cuento mío aporte un granito de cambio y compañía en alguien.