La propiedad privada Excelsior

El orden y el Estado de derecho en un país es la base fundamental en la que se organiza una sociedad para poder ser próspera; ¿por qué? Pues porque genera una cosa que es vital para planear que es la certeza.
México no lo ha entendido nunca, a tal nivel, que estamos inmersos en un suicidio colectivo (otro más) para votar por los jueces sin experiencia que representarán intereses oscuros.
El deterioro de nuestro debilísimo Estado de derecho está en marcha y la mitad del país va cantando hacia el precipicio.
Estas semanas, en una de esas historias que sólo pueden darse en México por su folclor, la señora Carlota, una abuelita de Chalco, harta de que la justicia del estado no le ayudaba a sacar a dos personas de un inmueble de su propiedad, fue con una pistola y los mató.
Imagine usted, algo que pasa todos los días en México, personas sin ningún derecho ocupan inmuebles ante la impasividad y la lentitud del Estado, deteriorando el patrimonio de las personas y violando los derechos humanos de las víctimas.
Pero, como muchas cosas que pasan en México, el victimario es protegido y la víctima queda desamparada.
El asunto de la señora Carlota ha sido muy seguido por la opinión pública porque la gente está viéndose reflejada en esa valiente señora.
Como era de esperarse, la fiscalía tenía que fincar delitos en contra de la señora, pero han sentido la presión popular de protección a alguien que sufrió algo que pasa mucho, y por ahora, entiendo le han dado beneficios para llevar el proceso fuera de la cárcel.
Incluso Ricardo Salinas Pliego ha anunciado que su equipo legal apoyará a la señora, cuestión que me parece muy bien, porque más allá de la persona, lo que se defiende es un principio: todos tenemos derecho a defender nuestra propiedad y si el Estado no lo hace, lo haremos nosotros.
La defensa de la propiedad privada en otros países es de tal magnitud, que en ciertos estados de Estados Unidos se puede disparar a cualquier persona que traspase la propiedad privada sin permiso y sin importar sus intenciones.
Es un incentivo que ayuda al Estado a controlar conductas contra la propiedad de las personas.
El Estado mexicano lo ve distinto, prefiere castigar a la víctima para que ésta no tome en sus manos el poder del Estado aprovechando la ausencia de éste.
Así en todo, el crimen organizado anda en coches transformados en tanques con ametralladoras y Barrett .
50, pero usted no puede tener una pistola 9mm en su casa porque es calibre de uso exclusivo de las Fuerzas Armadas.
Para acabarla de regar, como dicen los clásicos, esta semana el gobernador de Puebla decidió extorsionar públicamente a una empresa sobre su propiedad privada: o donan dos hectáreas al gobierno o el gobierno expropia cuatro, porque esa empresa ya es muy rica.
El discurso socialistoide y populachero es muy peligroso, porque es una apreciación que está fuera de la ley.
Ricos y pobres tienen el derecho de hacer lo que quieran con su propiedad privada y punto.
Me preocupa mucho que la elección judicial lleguen personas apoyadas por grupos de invasores y que se establezca una práctica judicial que legalice las invasiones y con la anuencia del discurso de la justicia social que tanto gusta a los políticos de moda.
Por cierto, no estamos solos.
Otros gobiernos de izquierda en el mundo han flexibilizado la fuerza del Estado en las invasiones de predios y casas.
En España se ha discutido en algunas provincias si la gente debe tener derecho a tener dos casas o, si se tiene un inmueble desocupado, debe destinarse a vivienda de los más pobres o de los migrantes.
A los invasores en España se les llama “okupas”.
El punto ha llegado a tal grado que hay una organización de exmilitares y policías que se dedican a desalojar inmuebles “okupados” por la fuerza ante la pasividad del Estado.
La organización se llama DesoKupa, y tiene mucho éxito y popularidad en las redes.
El Estado mexicano debe tomar nota, porque en este país donde hay tantos delitos, puede ser apetecible formar grupos de desocupación por la fuerza, fácilmente y siendo un muy buen negocio.
 Columnista: Luis F.
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