Gobernar no es fácil Excelsior

Al contrario de lo que decían los clásicos, gobernar nunca ha sido fácil, como tampoco lo es extraer el petróleo.
México es un país privilegiado con un potencial brutal, pero que ha quedado a deber en términos de su desarrollo y crecimiento económico y social.
Nuestra geografía y localización son envidiadas, pero, aun así, no hemos logrado el desarrollo y bienestar pleno.
Hay quien dice que el mejor incentivo para crecer es la amenaza y el riesgo, y en ese sentido no lo tenemos, a excepción de nuestro vecino del norte, que ya nos quitó parte del territorio, y hoy tenemos una relación de sociedad sin tener una estrategia clara de cómo sacar mejor provecho de esa relación.
Lo he escrito antes, México no ha sido un vecino ejemplar para Estados Unidos nunca y no sabemos qué hacer con esa vecindad, a excepción de Carlos Salinas de Gortari, quien inventó el TLCAN.
El éxito del TLCAN es indiscutible, pero no ha sido llevado a su completo potencial y ha sido por distintas razones.
Casi todas ellas políticas.
Durante los años 90, México llevó un proceso de reformas importante, pero no a la velocidad necesaria para poder ver resultados tangibles para cuando el electorado decidió terminar con el “neoliberalismo”.
La razón es que, mediante un esquema profundo de narrativas y propaganda (eso han sido los libros de la SEP desde siempre), nos han convencido de ciertas “verdades” únicas de México; aquí algunas: España nos robó, en lugar de éramos España; el petróleo es del pueblo, en lugar de ver cómo sacarle el mayor provecho; los estadunidenses son malos, en lugar de que son nuestros vecinos, socios y aliados; y es mejor ser pobre y soberano, en lugar de rico y parte de una economía regional.
Por más esfuerzo que los gobiernos de 1988 hasta 2018 hicieron por erradicar estas verdades históricas, que nos pesan como anclas, no logramos comunicar e imponer una narrativa de que México sí había progresado, pero que necesitaría más reformas relevantes para poder consolidar el camino hacia el desarrollo y el progreso.
Ganó el discurso facilón de Make Mexico Great Again y con eso inició un proceso de autosabotaje del futuro.
¿Cómo funciona ese autosabotaje?, empieza por pensar sólo en la inmediatez; resolver con flujo de dinero inmediato algunas necesidades existentes de la población garantiza que esa inmediatez gane a cualquier planteamiento de futuro.
Las elecciones desde 2018 son evidencia de ello.
¿Vamos mejor, no? ¿Los planteamientos gubernamentales son progresivos o regresivos? Muy regresivos ¿eso importa? No contra un cheque de 3 mil 500 pesos mensuales.
Las ayudas sociales son como las drogas, fácil de tomarlas, difícil de dejarlas.
El populismo es así, no tiene explicación racional o lógica, porque lo importante es sólo lo electoral.
Hemos llegado al punto de subir a rango constitucional las ayudas sociales e incluso sus incrementos.
¿Cómo se asegura que habrá recursos disponibles para ello? Ni se asegura ni habrá recursos.
La segunda idea equivocada es la del Estado como motor de la economía, y veamos los números de Tabasco.
El crecimiento económico de Tabasco en 2022 fue de dos dígitos debido a la derrama económica gubernamental en la hipercara obra de Dos Bocas; es lógico.
Pero a los gobiernos estatistas se les olvida un pequeño detalle, que es la sostenibilidad del crecimiento.
Hoy Tabasco tiene la tasa de crecimiento económico más bajo del país (tasa negativa durante 2024), porque la obra se acabó.
Sin embargo, si comparamos Tabasco con cualquiera de los estados del norte o del Bajío, que dependen menos de la inversión gubernamental y más de la inversión privada, es evidente que la sostenibilidad se genera con inversión privada y la gubernamental es insostenible, además de ineficaz.
A todo esto, estimado lector, súmele la inseguridad, costo de seguros y seguridad por este concepto, la reforma judicial y la desaparición de los órganos autónomos que ha reducido la inversión extranjera en el país (el gobierno todavía piensa que es una exageración), y tiene usted un caldo de cultivo perfecto para una crisis económica autoprovocada.
  Columnista: Luis F.
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