Por Juan Carlos Gómez Aranda Será en la Cámara de los Senadores cuando en los próximos días, a la hora de votar las reformas sobre la adscripción de la Guardia Nacional a la Secretaría de la Defensa Nacional y ampliar el periodo para la permanencia de las Fuerzas Armadas en tareas de seguridad pública, algunos legisladores se arrepientan de su postura inicial.
Ya el presidente López Obrador informó la semana pasada que nomás faltó un arrepentido para ganar la votación.
Este mes hemos conocido de otras rectificaciones.
Con motivo de las consultas que solicitaron Estados Unidos y Canadá en el marco del tratado de comercio trilateral por desacuerdos con la política energética de nuestro país, el presidente López Obrador anunció que el 16 de septiembre fijaría una postura pública en defensa de la soberanía nacional y en contra de la política injerencista de las grandes potencias.
Sin embargo, se arrepintió de hacerlo después de que Antony Blinken, secretario de Estado de los Estados Unidos, se reunió con él.
A cambio de ese discurso, el Presidente presentó su plan de paz Rusia-Ucrania que, básicamente, consiste en establecer un carril diplomático paralelo impulsado por un comité de paz bajo el liderazgo de la ONU, que negocie una tregua entre estos países y fije los términos de un acuerdo que concluya el conflicto bélico.
El Comité estaría conformado por el papa Francisco, el secretario general de la ONU, António Guterres, y Narendra Modi, primer ministro de la India.
La iniciativa es plausible, pero se advierten en ella más buenos deseos que posibilidades de realización, ya que su principal debilidad, sin entrar al fondo de sus viabilidades, es que depende de muchas voluntades e intereses internacionales, además de que deja fuera de dicho comité a un interlocutor principalísimo, que son los Estados Unidos.
En las antípodas del plan del mandatario mexicano, Joe Biden, presidente norteamericano, advierte que, si Rusia realiza consultas patito para anexar territorios ucranianos, la respuesta de su país será rápida y furiosa.
Mientras, el Kremlin descarta una salida pactada porque no ve que existan los requisitos necesarios para un proceso de negociación, en tanto que Ucrania, quizá, tampoco lo desea por ahora, porque sigue obteniendo triunfos diplomáticos y bélicos, tanto que lanzó una contraofensiva donde logró recuperar territorios.
Por otra parte, Zelensky, el presidente ucraniano, presentó su propio plan e informó que se realizaron 88 rondas de negociaciones con Rusia para evitar la guerra y que fracasaron, al tiempo que pone la vara muy alta como condición para la paz: instalación de un tribunal internacional que castigue a Rusia y determine indemnizaciones económicas por las consecuencias de la invasión.
Mientras tanto, es posible que con más devoción y sentido del deber que convicción, el canciller Marcelo Ebrard y el embajador Juan Ramón de la Fuente se han reunido con los ministros de Exteriores de Rusia, Seguéi Lavrov, y de Ucrania, Dmytro Kuleba, quien diplomática y condescendientemente dijo que todas las iniciativas de mediación eran útiles y bienvenidas.
Además de que promover la paz es ponerse del lado correcto de la historia, Ebrard logra con este periplo mayor visibilidad en tiempos de encuestas preelectorales.
Todavía a finales del año pasado, el presidente López Obrador propuso el Plan Mundial de Fraternidad y Bienestar, que consiste en apoyar a 750 millones de pobres en el mundo convenciendo a los dueños de las fortunas y las empresas más grandes de aportar parte de sus ganancias para esta noble causa.
También propuso que lo mismo hagan los países que forman el Grupo de los 20 con el 2% de su producto interno bruto.
No hay duda de que estas propuestas diplomáticas y económicas son positivas y moralmente acertadas, sin embargo, podría estar destinada a dormir el sueño de los justos.
En 1974, tras dos años de arduas negociaciones, el entonces presidente Luis Echeverría logró la aprobación de la Carta de Derechos y Deberes Económicos de los Estados, promovida por dos pesos completos de la diplomacia mexicana: los embajadores Jorge Castañeda y Alfonso García Robles.
Sin embargo, a pesar de que la Carta fue aprobada por 120 países pobres, nunca se puso en práctica.
Esto no quiere decir que no deban hacerse esfuerzos de este tipo.
Es discutible asegurar que primero hay que resolver los problemas domésticos para pensar en los globales.
Hay que atender las dos pistas.
En todo caso, los problemas internos más relevantes o las carencias más graves deben de ocupar los mayores recursos y encararlos con sentido de apremio.
Es necesario atender todas las demandas, incluidas las culturales, artísticas o las que nutren el espíritu y no sólo los servicios básicos urgentes, que por el crecimiento del país es tema de nunca acabar.
La clave es la priorización, la disponibilidad de recursos, el ancho de banda y la eficacia del gobierno para su solución.
También, López Obrador, que se comprometió en campaña a regresar a los soldados a los cuarteles, reconoció que no es lo mismo ver el toro desde la barrera que estar en el ruedo y cambió de parecer, pues ahora promueve la permanencia de las Fuerzas Armadas en tareas de seguridad pública hasta el 2028.
Ya encarrerados, también el expresidente Vicente Fox escribió en su cuenta de Twitter que, a veces, se arrepentía de haber liberado a López Obrador del proceso de desafuero con el que se buscó en el 2005 inhabilitar al entonces jefe de Gobierno.
Lo dicho: septiembre gustó para actos de contrición.
Columnista: Opinión del experto nacionalImágen Portada: Imágen Principal: Send to NewsML Feed: 0