Poder y Deseo. El Congreso en la ruta de la Presidencia Excelsior

Pascal Beltrán del Río y José Elías Romero Apis Capítulo 10Se tiende a pensar que los gobiernos de los estados y el gabinete son los únicos caminos que conducen a la Presidencia de la República.
Es verdad que en la actual era constitucional ambos han sido importantes vías de acceso al cargo político más importante del país, pues de los 22 presidentes que ha tenido México desde 1917, 12 han tenido en su currículum una gubernatura y 17, una secretaría del despacho del Ejecutivo.
Sin embargo, no hay que desdeñar las tareas legislativas como formadoras de presidentes, pues 10 de los 22 han tenido esa experiencia.
Es el caso de tres de los últimos cuatro mandatarios: Vicente Fox, Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto.
Dado que entre los actuales aspirantes a la Presidencia hay varios que son legisladores o exlegisladores, es posible que el Congreso vuelva a ser parte del currículum de quien ha ocupado el Ejecutivo a partir del 1 de octubre de 1924.
Así será si Marcelo Ebrard, Ricardo Monreal, Adán Augusto López, Enrique de la Madrid, Alejandro Moreno Cárdenas, Alejandro Murat, Santiago Creel, Juan Carlos Romero Hicks, Mauricio Vila, Ricardo Anaya, Enrique Alfaro, Samuel García, Luis Donaldo Colosio Riojas o Demetrio Sodi llegan a la Presidencia.
De hecho, entre quienes hoy se mencionan como posibles aspirantes presidenciales, son una pequeña minoría los que no tienen experiencia.
Destaca entre ellos la jefa de Gobierno capitalina Claudia Sheinbaum.
En la historia republicana del país, el tránsito de los políticos del Legislativo al Ejecutivo ocurrió desde muy temprano.
Nombrado por el Congreso, el aguascalentense José María Bocanegra, quien se desempeñaba como líder de la Cámara de Diputados, asumió la Presidencia de forma interina el 17 de diciembre de 1829, en sustitución de Vicente Guerrero, quien solicitó licencia al cargo para salir a combatir la rebelión encabezada por el vicepresidente Anastasio Bustamante.
Bocanegra, cuya estancia en Palacio Nacional duró apenas siete días —teniendo que entregarlo a los alzados— es el único mexicano que ha ocupado la titularidad de los tres Poderes.
Eso sí, hay que subrayarlo, muy pocas veces en la historia ha pasado alguien directamente de alguna Cámara legislativa a la Presidencia de la República.
De hecho, en noviembre próximo se van a cumplir 175 años de la última vez que sucedió eso: el ascenso al Ejecutivo de Pedro María Anaya, presidente del Congreso, durante la intervención estadunidense de 1847.
Durante el siglo XIX, en que la carrera militar era la ruta más socorrida para llegar a la Presidencia, varios legisladores consiguieron culminar ese camino.
Entre ellos, Melchor Múzquiz, José Justo Corro, José Joaquín de Herrera, Pedro María Anaya, Francisco Javier Echeverría, Juan Bautista Ceballos, Ignacio Comonfort, Benito Juárez, Sebastián Lerdo de Tejada, José María Iglesias, Juan N.
Méndez, Porfirio Díaz y Manuel González.
A principios del siglo XX también lo consiguieron Francisco León de la Barra y Roque González Garza.
En total, 15 de los primeros 42 presidentes pasaron en algún momento por el Congreso federal o la Legislatura de su estado.
Venustiano Carranza, primer presidente de la actual era constitucional, incursionó en la política como alcalde de Cuatro Ciénegas, Coahuila.
Enemistado con el gobernador José María Garza Galán, político porfirista y exterminador de los apaches en el estado, Carranza se vio obligado a renunciar.
Cuando Garza Galán buscó reelegirse, aquél se rebeló políticamente.
Como mediador en el conflicto intervino Bernardo Reyes, destacado militar cercano al dictador, quien convenció a Díaz de deponer a Garza Galán y reintegrar en la vida política a Carranza, quien en los últimos años del siglo XIX fue diputado local por su estado.
En 1901 fue elegido senador suplente y en 1904, senador propietario.
Estuvo hasta noviembre de 1911 en la Cámara alta, misma que llegó a presidir.
Durante ese lapso, en 1909, buscó la candidatura al gobierno de Coahuila por el recién formado Círculo Nacional Porfirista —lanzado para postular a Porfirio Díaz para una nueva reelección—, pero por la desconfianza del dictador en la cercanía de Carranza y Reyes hizo que la nominación recayera en Jesús María de Valle de la Peña, cosa que significó la ruptura de Carranza con el régimen, quien se acercó entonces a Francisco I.
Madero.
Cuando De Valle cayó de la gubernatura por el estallido de la Revolución Mexicana, fue sustituido por Carranza.
Desde ese último cargo, éste se opuso al cuartelazo de Victoriano Huerta y tomó el mando del Ejército Constitucionalista.
Por ese camino, llegaría a la Presidencia de la República.
Diputado local y senador fue también el sonorense Adolfo de la Huerta, quien asumió la Presidencia de la República luego del asesinato de Carranza, en mayo de 1920.
Originario de Guaymas, formó parte de los clubes antirreeleccionistas en su municipio, al que representó en el Congreso local luego de la caída de Porfirio Díaz.
Desde esa posición fungió como enlace entre las fuerzas revolucionarias en Sonora y Venustiano Carranza, quien instalaría su cuartel en Hermosillo y dirigiría desde allí la resistencia contra la dictadura de Victoriano Huerta.
El 2 de agosto de 1918, Adolfo de la Huerta fue elegido senador de la República, como miembro de la XXVIII Legislatura, aunque a los pocos meses de rendir protesta se separó de esa Cámara para ocupar el consulado de México en Nueva York.
En 1919, fue elegido gobernador de Sonora y desde allí apoyó el Plan de Agua Prieta para derrocar al presidente Carranza.
Así que, al igual que éste, pasó por el Senado y la gubernatura del estado antes de acceder a la Presidencia de la República.
Los siguientes tres mandatarios —Álvaro Obregón, Plutarco Elías Calles y Emilio Portes Gil— no tuvieron experiencia legislativa.
Ésta volvió a estar en la trayectoria del Ejecutivo con la llegada al poder de Pascual Ortiz Rubio.
El michoacano fue elegido diputado federal en los comicios legislativos de julio de 1912, celebradas cuando Francisco I.
Madero ya se encontraba en la Presidencia.
“Salí electo por el primer distrito de Morelia, gracias a la votación maderista”, recuerda en sus memorias, publicadas en 1963.
“Pasé a México a defender mi credencial, obteniendo la aceptación de ella”, relata.
Posteriormente, pidió licencia para regresar a Michoacán a fin de apoyar la campaña de Miguel Silva, candidato maderista a la gubernatura.
Luego del asesinato de Madero, Ortiz Rubio volvió a asumir su curul.
“Los diputados habíamos recibido de don Venustiano Carranza instrucciones de asistir a las sesiones”, cuenta.
“Al golpe de Estado que en octubre de 1913 dio Victoriano Huerta, fui aprehendido en la Cámara de Diputados y conducido a la penitenciaría, donde duré tres meses”.
El 1 de enero de 1914, fue puesto en libertad y se dirigió a Hermosillo —vía Eagle Pass, El Paso y Tucson—para reunirse con Silva, quien había huido de Michoacán y con Carranza.
Fue Silva quien acercó a Ortiz Rubio con Obregón, “un verdadero genio militar, un hombre brillante, con una enorme simpatía”.
Su paso por la Cámara de Diputados y su encarcelamiento por parte de la dictadura huertista dio a Ortiz Rubio visibilidad en el grupo que eventualmente ganó la Revolución Mexicana y le permitió escalar posiciones hasta que Calles lo ungió como el primer candidato presidencial del recién formado Partido Nacional Revolucionario, en 1929.
Luego de su caída del poder, en septiembre de 1932, vinieron tres presidentes que no tuvieron paso por el Congreso: Abelardo L.
Rodríguez, Lázaro Cárdenas y Manuel Ávila Camacho, tres militares formados en los campos de batalla de la Revolución.
Con el advenimiento de civilismo, entraron en escena políticos con experiencia legislativa.
El veracruzano Miguel Alemán Valdés quiso iniciar su carrera como diputado, para lo cual incluso hipotecó su casa y vendió sus muebles.
En 1932, lanzó su candidatura por el XIV distrito, con cabecera en Coatzacoalcos, pero tuvo que conformarse con ser el suplente de la fórmula.
En 1933, se puso al frente de la campaña presidencial de Lázaro Cárdenas en Veracruz y así logró la postulación al Senado.
Ese escaño sería fundamental para lo que vendría después: en junio de 1936, fue asesinado en la Ciudad de México el candidato a gobernador de Veracruz, Manlio Fabio Altamirano, un crimen que nunca llegó a esclarecerse, pero cuya consecuencia política fue la proyección de Alemán.
“A consecuencia del trágico deceso de Manlio Fabio Altamirano —escribe en Remembranzas y testimonios, sus memorias—, las elecciones para gobernador, que habrían de efectuarse el primer domingo de julio, hubieron de posponerse.
No así los comicios que me llevaron a la Cámara alta, cristalizando entonces mi entrada de carácter oficial en el escenario político (…) Iniciándome en el ejercicio de las funciones senatoriales, transcurridos escasos dos meses a partir de mi elección, recibí la noticia de que yo había sido postulado como el nuevo candidato para la gubernatura del estado”, cargo que asumiría el 1 de diciembre de 1936.
De ahí pasaría a ser, en abril de 1939, coordinador de la campaña presidencial de Ávila Camacho y secretario de Gobernación, cuando éste tomó posesión, en diciembre de 1940.
Como se ve, Alemán debió su ascenso a sus conexiones con militares revolucionarios, como Lázaro Cárdenas y Cándido Aguilar, pero también, en buena medida, a su paso por el Senado, breve pero sustancioso.
Por su propia trayectoria, pero también por su admiración del sistema político estadunidense, el presidente Alemán pensó en que debía ser sucedido por un senador.
Ese camino había seguido para llegar a la Casa Blanca el presidente Harry Truman, quien recibió de forma apoteósica a Alemán en Washington en mayo de 1947.
En la mente del presidente mexicano estaba el senador Gabriel Ramos Millán —su amigo de juventud—, pero el proyecto sucesorio se frustró cuando éste murió en un accidente aéreo en septiembre de 1949.
Quien finalmente se convirtió en el sucesor de Miguel Alemán fue Adolfo Ruiz Cortines, quien tenía en su currículum el paso por la Cámara de Diputados.
Según el propio Alemán, su paisano Ruiz Cortines estuvo considerado como aspirante a la senaduría al mismo tiempo que él.
Ambos se habían conocido en la Ciudad de México, en 1935, cuando Alemán era magistrado del Tribunal Supremo de Justicia de la capital y Ruiz Cortines, oficial mayor del Departamento del Distrito Federal.
Después de que se le frustró la posibilidad de la senaduría, éste fue postulado en 1937 como candidato a diputado federal por el III distrito de Veracruz.
En 1939 volvió a encontrarse con Alemán en el comité de campaña de Manuel Ávila Camacho y, luego, en la Secretaría de Gobernación, de la que Alemán era titular.
De ahí pasó a la gubernatura de Veracruz, en 1944, y a la Secretaría de Gobernación, en 1948, posición en la que se encontraba cuando fue postulado como candidato del PRI a la Presidencia de la República en 1951.
Adolfo López Mateos, sucesor de Ruiz Cortines, fue el primer presidente de la actual era constitucional que no peleó en la Revolución Mexicana ni nació en una familia de militares.
Al contrario, fue parte de la campaña electoral de José Vasconcelos, quien compitió con Ortiz Rubio.
Su ingreso en la política se lo debió a su capacidad como orador.
Invitado a una comida en el Instituto Científico y Literario del Estado de México, pronunció un discurso que impresionó a Isidro Fabela, gobernador de la entidad, quien lo nombró director de la institución y luego lo promovió como candidato a senador en los comicios de 1946.
Dicha nominación iba a recaer en el propio Fabela, pero, al haber sido nombrado juez de la Corte Internacional de La Haya, declinó.
Para lograr que López Mateos se quedara con la candidatura, debió convencer a los otros integrantes del Grupo Atlacomulco, del que él era líder en ese momento.
“Yo necesito en el Senado a un hombre que hable, un hombre capaz, de talento, que no vaya a hacer mal papel (…) López Mateos es el que puede y va a defender en el Senado al Estado de México y a nuestro grupo”, les dijo en una reunión celebrada en La Casa del Risco, su residencia en San Ángel.
En aquella XL Legislatura del Congreso de la Unión, López Mateos tuvo como compañeros a varios políticos que ocuparían cargos importantes en los siguientes años, como Gustavo Díaz Ordaz, Alfonso Corona del Rosal, Donato Miranda Fonseca, Fernando Casas Alemán, Fernando López Arias, Félix Ireta Viveros y Ramón López Sánchez.
También fue parte de ella el mencionado Gabriel Ramos Millán, hasta su muerte en septiembre de 1949.
En su condición de senador, López Mateos tuvo actuaciones destacadas, como hablar a nombre de la Cámara en la II Conferencia de la UNESCO, celebrada en la Ciudad de México, en noviembre de 1947, donde el legislador dijo a los delegados, en esos momentos iniciales de la Guerra Fría, que la paz “sólo pueda fincarse en el resultado de vuestro esfuerzos para señalar caminos firmes, rectos, que hagan posible el logro en un futuro que anhelamos próximo, de una convivencia humana en que la pobreza y la ignorancia y la injusticia no sean sino espectros de una etapa concluida y definitivamente superada en la historia del mundo”.
Pero el senador López Mateos no sólo supo brillar en público, sino también labrar en privado su ascenso político.
Tuvo el tino de visitar con frecuencia la Secretaría de Gobernación para charlar amistosamente con su titular, Adolfo Ruiz Cortines, por quien pocos apostaban para ganar la carrera para suceder al presidente Miguel Alemán.
En esos momentos, los reflectores se los llevaba el regente capitalino Fernando Casas Alemán, quien había sido compañero de López Mateos en el Senado.
En la entrevista que dio a Jorge Castañeda para su libro La herencia, el expresidente Luis Echeverría contó que “nadie tenía a Ruiz Cortines como candidato”, pero “López Mateos iba a la Secretaría de Gobernación, donde había muy poca gente, a hablar con él a solas”.
Los dos hombres “se hicieron mucho muy amigos”, relató Echeverría.
Cuando el destape favoreció a Ruiz Cortines, hizo secretario general del PRI a López Mateos y, después, en su gobierno, lo nombró secretario del Trabajo.
De no haber sido un destacado senador, quizá López Mateos no habría tenido acceso al futuro presidente de México ni a su amistad, la cual fue fundamental en el destape.
Y probablemente tampoco habría llegado Gustavo Díaz Ordaz a ser secretario de Gobernación del presidente López Mateos si ambos no se hubieran conocido antes en el Senado de la República.
Descendiente por el lado paterno y materno de sendos gobernadores oaxaqueños, Díaz Ordaz subió por la escalera burocrática de Puebla –estado al que emigró su familia cuando él era adolescente— de la mano de Maximino Ávila Camacho.
Por designación del hermano del Presidente, Díaz Ordaz fue vicerrector de la Universidad de Puebla y secretario general de Gobierno.
En 1943 fue elegido diputado federal por el I distrito del estado y, tres años después, senador de la República, donde, como decíamos, coincidió con López Mateos.
Pasarían cinco sexenios antes de que volviera a haber un presidente de la República con experiencia parlamentaria.
No la tuvieron Luis Echeverría ni José López Portillo ni Miguel de la Madrid ni Carlos Salinas de Gortari ni Ernesto Zedillo.
El guanajuatense Vicente Fox saltó a la escena nacional desde la Cámara de Diputados.
Parte de una corriente de empresarios que comenzaron a hacer política en el Partido Acción Nacional —que encabezaba Manuel de Jesús Clouthier, candidato presidencial panista en 1988—, Fox compitió ese año por el III distrito de Guanajuato.
En aquel tiempo, la Cámara de Diputados se constituía en Colegio Electoral para calificar los comicios presidenciales.
En medio del caos que resultó la polémica elección de Carlos Salinas de Gortari, llamó la atención un espigado diputado panista que se colocó en la cabeza, a manera de orejas de burro, dos de las boletas electorales cruzadas a favor de la oposición que comenzaron a aparecer en basureros a lo largo del país.
La diputación llevó a Fox a ser candidato a la gubernatura de Guanajuato, cargo al que llegó en 1995, luego de que se anuló la elección de 1991.
La gubernatura fue una plataforma fundamental para que Fox llegara a la Presidencia en el año 2000, pero sin la diputación federal que ganó en 1988, quizá Fox no hubiera alcanzado la visibilidad requerida.
Su sucesor, Felipe Calderón, también tuvo experiencia parlamentaria.
De 1988 a 1991, fue parte de la Asamblea de Representantes del Distrito Federal, que se estrenó en ese período.
De ahí brincó, poco después, a la secretaría general del PAN y a la dirigencia de ese partido, cargo que ocupó entre 1996 y 1999.
Al año siguiente, el de la primera alternancia en la Presidencia de la República, fue elegido diputado federal y coordinó la bancada panista en San Lázaro.
Eso lo puso en la ruta para ser parte del gobierno del presidente Fox, primero como director de Banobras y luego como secretario de Energía.
En junio de 2004, fue despedido de esa posición, luego de haberse destapado como aspirante a la candidatura de su partido para suceder a Fox, cosa que no impidió que ganara la postulación en 2005 y la Presidencia de la República en 2006.
Igual que en el caso de Fox y Calderón, las tareas legislativas fueron claves para impulsar la carrera política de Enrique Peña Nieto.
Lo curioso es que el mexiquense se convertiría en el primer presidente en no haber ocupado antes un cargo federal, ya sea administrativo o de representación.
En 2003, Peña Nieto fue elegido como diputado local por el XIII distrito, con cabecera en Atlacomulco.
Antes de eso había sido subsecretario de Gobierno y secretario de Administración del gobernador Arturo Montiel.
En la Legislatura estatal fungió como coordinador de la bancada del PRI.
Esa posición le dio la visibilidad e impulso suficientes para convertirse en precandidato único para la gubernatura del Estado, cargo que sería clave en sus aspiraciones presidenciales, pues se convirtió en el servidor público de mayor poder en el PRI, en momentos en que su partido llevaba dos sexenios en la oposición.
Eso sí, la única competencia que Peña Nieto tenía dentro de las filas del tricolor provenía de un legislador: el senador Manlio Fabio Beltrones.
Es importante hacer notar que la experiencia parlamentaria ha estado también presente en buena cantidad de los candidatos presidenciales que han estado en la boleta, incluyendo a aquellos que no alcanzaron los votos para ganar.
De 67 aspirantes —inscritos en 20 elecciones presidenciales desde 1917—, 29 tenían en su currículum un cargo legislativo.
Entre ellos están Hernán Laborde (1934), Ezequiel Padilla (1946), Vicente Lombardo Toledano (1952), Efraín González Morfín (1970), Manuel Moreno Sánchez (1982), Arnoldo Martínez Verdugo (1982), Ignacio González Gollaz (1982), Cuauhtémoc Cárdenas (1988), Rosario Ibarra de Piedra (1988), Diego Fernández de Cevallos (1994), Cecilia Soto (1994), Álvaro Pérez Trevino (1994), Marcela Lombardo (1994), Gilberto Rincón Gallardo (2000), Porfirio Muñoz Ledo (2000), Roberto Campa (2006), Josefina Vázquez Mota (2012), Ricardo Anaya (2018) y Jaime Rodríguez Calderón (2018).
Hoy, como decimos arriba, nuevamente se asoma la posibilidad de que la próxima persona que ocupe el Ejecutivo haya tenido un paso por el Legislativo.
En mayor o menor medida, le deberá a éste su llegada a la Presidencia d e la República.
Razón de más para no perder de vista a los legisladores del presente y del futuro, porque, quién quita, entre ellos puede estar un presidente en construcción.
   *En el siguiente enlace encontrarás las noticias de Última Hora *También checa nuestras GaleríasConoce lo más viral en Facebook Trending Lee a los columnistas de Excélsior Opinión clmContenidos Relacionados: Desde el Congreso de la Unión piden sanciones contra Black Jaguar White TigerCongreso de la Unión lamenta muerte de 53 migrantes en TexasMorena sin mayoría calificada en la Comisión Permanente del Congreso de la UniónSi Congreso de la Unión lo aprueba, habrá conciliación laboral en CDMXApuesta Congreso de la Unión a 11 reformas de impacto Mario Delgado pide a Congreso de la Unión reforma electoral