Que los animales no entiendan la vida como nosotros no justifica el hacerlos sufrir Excelsior

Quiero hacer énfasis en una ley recién aprobada en Francia porque abarca diversos aspectos.
Hace más de tres siglos, desde que comenzaron a materializarse en el mundo las primeras muestras de conciencia y empatía respecto a los derechos y la calidad de vida de los seres vivos no humanos (animales, como los llamamos generalmente) y, desde entonces, la renuencia por dejar atrás las prácticas que ponen en riesgo la integridad y vida de estos seres sigue siendo un debate alrededor del mundo, en particular por la falta de voluntad e intereses insertos en las diversas prácticas que comprenden el maltrato y la explotación animal.
Se dice que fue por allá de 1654 cuando se dio, en Inglaterra, la primera legislación contra las peleas de gallos, toros y perros; que en el siglo XVIII comenzaron a surgir los primeros conceptos y discursos en torno al bienestar animal y en contra de la crueldad y la explotación, acompañados de normas para penalizar la falta de trato digno al ganado y del surgimiento de la primera Sociedad Protectora de Animales (Londres, 1781 y 1824, respectivamente).
En la actualidad, varios países y ciudades han logrado desarrollar una mayor conciencia en sus sociedades en torno al concepto de bienestar animal: Alemania, Suiza, Italia, Austria, Australia, Estados Unidos y Francia, particularmente este último, que hace menos de dos semanas aprobó poner fin al uso de “animales salvajes” en los circos, en lo cual, por cierto, nuestro país fue pionero, cuando aprobó una reforma similar en 2015.
Quiero hacer énfasis en esta ley recién aprobada en Francia porque abarca diversos aspectos en torno al bienestar animal, como sanciones más severas para quienes no den los cuidados adecuados a los animales de compañía, el cese de delfines en espectáculos en acuarios (que entrará en vigor en cinco años), fin al criadero de visones con fines de aprovechamiento de pieles y, algo trascendental, el adiós definitivo a la venta de perros y gatos en tiendas a partir de 2024.
Otros ejemplos son la ciudad de Bogotá, que, a propuesta del Partido Verde colombiano, aprobó hace algunos meses un acuerdo para eliminar las peleas de gallos en dicha urbe, y la Unión Europea, que dio el paso a la eliminación activa del uso de animales en experimentos, respecto a lo que nuestro país vuelve a estar a la delantera con la iniciativa aprobada hace unos meses en el Senado para prohibir el uso de animales en experimentos para la industria cosmética.
La lista se sigue haciendo larga, empujada por la exigencia ciudadana que llama a dejar atrás las prácticas de maltrato a los seres vivos no humanos y nuestro país no va nada mal, sin embargo, no hemos podido avanzar lo suficiente, pues una de las grandes asignaturas pendientes es el fin definitivo del maltrato y la matanza de toros en la mal llamada fiesta brava.
En lo personal, he insistido desde hace varios años en la importancia de terminar con ese espectáculo que, para mí, es un culto a la crueldad y ha sido una gran satisfacción saber que, hoy en día, en el Congreso de la Ciudad de México, hay tantos diputados y diputadas con la misma convicción, lo cual abre la posibilidad de ver muy cerca el fin de las corridas de toros en esta ciudad.
Ahora que tengo la oportunidad de estar al frente de la Comisión de Bienestar Animal en el Congreso capitalino, donde se ha formado un frente firme contra el maltrato de toros en la tauromaquia, mi compromiso se hace más fuerte para erradicar esto que, para unos cuantos, es arte y cultura, mientras que para los toros representa tortura, sufrimiento y muerte.
Con más entusiasmo que nunca, vamos por una Ciudad de México sin corridas de toros, porque el hecho de que los animales no piensen, no hablen y no entiendan la vida como nosotros los humanos, no nos da el derecho a hacerlos sufrir.
Columnista: Jesús Sesma SuárezImágen Portada: Imágen Principal: Send to NewsML Feed: 0