Entre 53 países, México es el peor lugar para vivir durante la pandemia El Gráfico
25 de Noviembre, 2020 11:24
Entre 53 países con economías de más de 200 mil millones de dólares, México es el peor lugar para vivir durante la era COVID, según un ranking de Bloomberg.
El primer puesto lo tiene Nueva Zelanda, seguido por Japón, Taiwán, Corea del Sur, Finlandia, Noruega, Australia, China, Dinamarca y Vietnam.
Más abajo, en el puesto 18, se ubica EU.
Bloomberg usó 10 puntos para mostrar los peores y mejores lugares para vivir la pandemia en el mundo entre los que destacan: los contagios, las muertes, las capacidades de prueba, los acuerdos de suministro de vacunas, la eficacia del sistema de salud y el impacto económico y social de las restricciones relacionadas con el virus.
Tras la revelación del conteo, México acumuló ayer 102,739 muertes por COVID y un millón 60 mil 152 contagios.
Ante tal escenario, Bloomberg afirma que el presidente Andrés Manuel López Obrador minimiza la pandemia.
MEJOR DESEMPEÑOEn contraste con nuestro país, los del ‘top 10’ modelaron desde temprano, las estrategias más efectivas para luchar contra el virus.
El control fronterizo fue clave, comenzando con el cordón sanitario de Hubei, China, origen del brote, que en gran medida protegió al resto del país de la infección.
Las tres naciones punteras del ranking bloquearon la entrada a extranjeros en marzo.
Países europeos mejor clasificados lograron evitar el rebrote que envuelve a Francia, Reino Unido e Italia, causado por vacacionistas en verano.
Los tests y el rastreo efectivos son sello distintivo de naciones ubicadas en los primeros 10 escaños.
Por ejemplo, Corea del Sur aprobó kits de diagnóstico de manufactura propia de inmediato e implementó rastreadores ultrarrápidos para ubicar contagiados, mientras que Japón y otros países asiáticos se basaron en la experiencia del síndrome respiratorio de MERS, en 2015.
“Tenían planes y sabían sobre el rastreo de contactos y el aislamiento y demás.
Esa experiencia quedó grabada en sus recuerdos”, destacó Helen Clark, quien era primera ministra de Nueva Zelanda en ese momento.
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