Cinco sobrevivientes de la tragedia del pozo El Pinabete, ocurrida el 3 de agosto de 2022, están exigiendo a la Secretaría del Trabajo y Previsión Social (STPS), delegación Coahuila, una indemnización de 50 millones de pesos, como reparación de los daños sufridos tras la inundación de la mina en la que fallecieron 10 de sus compañeros.
El reclamo, sustentado en las secuelas físicas y psicológicas provocadas por el siniestro a los carboneros, cuya copia obra en poder de Semanario, se presentó ante el área jurídica de la STPS el 5 de agosto de 2024, sin embargo, hasta la fecha no ha sido resuelto.
En el escrito las víctimas Héctor Javier Díaz Esquivel, Fidencio Sillas Álvarez, Raymundo Tijerina Amaya, Jorge Alfredo Sánchez Domínguez y Fernando Pompa Orta, hacen responsable a la Secretaría del Trabajo Federal de haberles causado deterioros permanentes en su salud que han mermado su calidad de vida.
Lo anterior luego de que la STPS incurrió en irregularidades al omitir realizar las funciones de inspección, control, vigilancia, supervisión y sanción a su cargo, establecidas en su Reglamento Interior, así como en las normas oficiales mexicanas 019, 032 y 023, que regulan la operación de las minas.
“Ninguna de las disposiciones que vienen en las normas las puso en práctica, ni el patrón ni la autoridad responsable de la operación de las minas.
Eso que falta es la correcta supervisión, la correcta inspección de las autoridades competentes, que es la Secretaría del Trabajo y Previsión Social, que no hacen absolutamente nada, que consienten y dejan correr a los empresarios mineros para que no cumplan con todas las previsiones, en materia de seguridad, que marcan las normas oficiales.
“Nosotros estamos demandando a la autoridad responsable porque esta omisión constituye, en términos de la Ley Federal de Responsabilidad Patrimonial del Estado, una actividad que se denomina irregular.
Hay una disfunción, una omisión, un descuido, en el cumplimiento de las obligaciones por parte de la autoridad que, nosotros creemos, produjeron este siniestro”, reprocha Gerardo Antonio Pérez Pérez, abogado penalista y representante legal de los mineros.
Por tal motivo los quejosos demandan a la Secretaría el pago de 10 millones de pesos para cada uno, es decir 50 millones de pesos, como “concepto del daño moral causado a los actores por el quebrantamiento de la integridad psíquica que hemos sufrido”, se lee en el documento.
Dicho pago representa, según la respuesta a una solicitud de información, (folio 330007725001088), el 0.
00000033429 por ciento de los mil 495 millones 712 mil cuatro pesos con 43 centavos, que gastó la Comisión Federal de Electricidad en el rescate de los 10 mineros caídos en la inundación de El Pinabete.
El artículo 109, último párrafo, de la Ley Federal de Responsabilidad Patrimonial del Estado, establece que “La responsabilidad del estado por los daños que, con motivo de su actividad administrativa irregular, cause en los bienes o derechos de los particulares, será objetiva y directa.
Los particulares tendrán derecho a una indemnización, conforme a las bases, límites y procedimientos que establezcan las leyes”.
Cabe destacar que actualmente la Fiscalía General del Estado sigue de oficio una investigación por el delito de lesiones y lo que resulte, (carpeta114/2002), en contra de la empresa El Pinabete S.
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, cuya concesión minera, según información de la Secretaría de Economía, (solicitud folio 3300259250005), fue cancelada el 14 de abril de 2023.
Asimismo, la Fiscalía General de la República abrió otra pesquisa, (carpeta 25754/2022), por los delitos de administración y explotación ilícita de un bien nacional, y en la que se encausó a Cristian Eloir Solís Arriaga, el titular de la mina, como presunto responsable de la comisión de tales delitos.
“SU PECADO FUE QUEDAR VIVOS”Entrevistados en la localidad de Villa de Agujita, Sabinas, Coahuila, muy cerca de donde funcionaba el pozo El Pinabete, ahora convertido en un tajo de grandes dimensiones, tres de los sobrevivientes de aquella inundación, que cobrara la vida de una decena de mineros, denuncian que, aunque ellos no perecieron, sí estuvieron a segundos de ahogarse a más de 60 metros bajo tierra.
“Gracias a Dios estamos vivos.
Todavía uno no se la cree, ni se imagina, dice uno ‘¿cómo es posible que esté vivo, si el agua subió 30 metros arriba de mí, 30 metros, cómo voy a estar vivo?’”, se pregunta Héctor Javier Díaz Esquivel, 49 años, uno de los supervivientes.
Semanario solicitó a Julio Sánchez, vocero de la STPS en la Región Carbonífera, una entrevista con el o la titular del área jurídica de la Secretaría, a fin de que informara el estatus que guarda la reclamación presentada por los cinco mineros damnificados.
Después de más de una semana Sánchez respondió en un mensaje de WhatsApp que “(.
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) en caso de que llegara a haber una respuesta oficial en el futuro, esta será comunicada por los canales correspondientes (.
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)”.
Por su parte Gerardo Antonio Pérez Pérez, representante legal de los sobrevivientes de El Pinabete, lamenta lo que él llama abulia e indolencia del gobierno federal, ante el caso de los carboneros, cuyo pecado, dice, fue quedar vivos.
“Tienen derecho a una reparación del daño integral, justa, suficiente, y en este momento ni siquiera los han llamado para conciliar, que es un derecho previsto en el artículo 17 constitucional.
nadie del gobierno federal se ha dignado escucharlos, ya no me atrevo a decir que les resuelvan el problema, a escucharlos.
“La presidenta ya ha ido tres veces a la región y no los ha querido recibir.
Qué bueno que haya cenotafios, memoriales, monumentos, ta bien ¿Y los que quedaron vivos?, ¿ellos qué? Nadie se acuerda de los vivos, como no se murieron.
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Se tienen que morir pa que entonces los ayuden”.
Los mineros revelan que días después de la tragedia, el gobierno del entonces presidente Andrés Manuel López Obrador, a través de la Subsecretaría de Derechos Humanos de la Secretaría de Gobernación, les prometió una indemnización, casa y becas para sus hijos estudiantes, pero jamás cumplió.
“No nos dieron indemnización, no nos dieron casa, no nos dieron becas”, dice Fidencio Sillas Álvarez, 55 años, otro de los que se salvó de morir ahogado en el fondo de El Pinabete.
En cambio, la Compañía El Pinabete S.
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que explotaba el pozo identificado con el mismo nombre, amparada con el título de concesión minera número 221087, les pagó por toda liquidación solo cinco mil 800 pesos, tras haber laborado por casi un año tumbando carbón en un centro de trabajo donde, como en la mayoría de las minas verticales en la región, la falta de medidas de seguridad era la constante.
“Su trabajo, el esfuerzo no valen esos cinco mil pesos de indemnización que les pagó el patrón.
Este es no es un accidente laboral cualquiera, tenía todas las desventajas el trabajador.
La historia eso te dice de todos los accidentes mineros en esa zona de Coahuila.
Ellos con su esfuerzo salieron a la superficie y aun así, después de librar el siniestro, son los primeros respondientes.
Con esta omisión los victimizan de nueva cuenta.
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”, critica Antonio Gómez Villanueva, periodista y activista.
PRESAGIO DE MUERTE De acuerdo con la versión de los mineros, que hoy viven para contarlo, la tarde del 3 de agosto de 2022 se hallaban trabajando a 64 metros de profundidad en el pozo conocido como El Pinabete, llamado también Mina Las Conchitas Fracc.
Norte, en Agujita, cuando los sorprendió una fuerte y caudalosa avenida de agua que llegó de manera intempestiva, anegándolo todo.
Momentos antes del siniestro los trabajadores se encontraban, unos apuntalando el techo del yacimiento para evitar que se derrumbara, otros tumbando carbón, otros llenando y llevando carretillas con el mineral, otros depositando la hulla en el bote que es usado para transportarla hasta el exterior.
En fin, parecía un día normal.
En eso unas como bocanadas de aire frío, mezclado con tierra, que provenían desde el fondo, invadieron toda la mina, provocando la alarma entre los carboneros.
“Se oyó un estruendo, un tronido que sopló mucho aire con tierra y luego se oyó otro, como cuando va a llover.
Pura tierra y aire, un estallido.
Me tronó el oído, me lo reventó, el aire me lo tronó.
“Yo agarro el teléfono minero y le hablo al malacatero pa afuera, le digo ‘oye, baja el bote de volada porque algo está pasando abajo’”, cuenta Héctor Javier Díaz Esquivel, uno los sobrevivientes.
El personal de la mina que trabajaba en el exterior del pozo pensó que se trataba de una explosión.
“Dicen que creyeron que había tronado el pozo y gritaban ‘el pozo tronó, explotó el pozo’, porque soplaba el aire y salía pura tierra pa fuera, como cuando truena”.
Eran pasadas de las 12:30 del mediodía, hora en la que 17 hombres se hallaban laborando al interior de la mina.
Al inicio del turno los mineros habían detectado la presencia de agua en uno de los túneles del yacimiento, agua que en un principio no les fue posible extraer, debido a que los becerros, o bombas de aire que se utilizan para desaguar, fallaron.
“Andábamos disgustos porque nos echaron a otra galería que no era la nuestra, y en esa galería había acumulamiento de agua, no se podía trabajar.
Me imagino que en lo más hondo que el agua nos llegaba al pecho.
“Entre mi compañero, Mario Cabriales, uno de los que se quedó en esa tragedia, y yo, nos decíamos, ‘nombre vámonos, no ando a gusto, no quiero trabajar’, como que presentíamos algo, dijo ‘yo no traigo dinero ni para el camión’, nosotros somos de Rosita, le dije ‘yo traigo, ahorita nos vamos’.
No se quiso ir.
Como a las 11:00 se desaguó el lugar y nosotros nos fuimos a trabajar a nuestra galería, cada quien a tumbar carbón un rato”, relata Fidencio.
MINA NUNCA FUE INSPECCIONADALos afectados aseguran que durante el año y meses que trabajaron en El Pinabete, la Secretaría del Trabajo y Previsión Social nunca se presentó en el pozo a realizar una inspección.
“Nunca se arrimó a la Secretaría del Trabajo, nunca vinieron a inspeccionar, nosotros se los pedíamos y decían ‘es que nos pueden acusar de hostigamiento’.
Aquí en la región la Secretaría del Trabajo nomás viene por su moche y se va”, acusa Héctor.
La falta de escaleras de emergencia, de rutas de evacuación y de equipo de salvamento para los mineros, son solo algunas de las omisiones que imperaban, como en la mayoría de las minas de la región.
Semanario pidió a la STPS, (solicitud de información folio 330027125000362), todos los documentos que amparen, registren y comprueben las inspecciones efectuadas a la mina El Pinabete, de 2016 a la fecha.
Al respecto la Secretaría contestó que “no se encontró información alguna respecto del centro de trabajo con la denominación exacta de mina el Pinabete”.
Lo anterior, a pesar de que tanto en los registros de la Secretaría de Economía, como en los de la Comisión Federal de Electricidad, aparece una compañía minera bajo la razón social de El Pinabete S.
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, y siendo que el pozo en cuestión, concesionado a la citada compañía, es conocido, en toda la carbonífera con el mismo nombre.
No obstante, en un comunicado difundido por el gobierno federal el 12 de septiembre de 2022, se aclaró que no había registro de ninguna inspección en El Pinabete, ya que no existía en el padrón del Directorio Nacional de Empresas de la STPS, y que en el momento del siniestro no se tenían denuncias ni quejas ante la STPS en referencia a este centro de trabajo.
Por su parte la Secretaría de Economía, también responsable por ley de verificar las minas, contestó vía solicitud de información, (folio 3300259250005), que no cuenta con antecedentes sobre visitas de inspección o verificación realizadas a El Pinabete.
“FUE UN TSUNAMI”Según los testimonios de los sobrevivientes, que hasta el día de la tragedia habían trabajado cerca de tres décadas en pocitos y cuevas de la región, El Pinabete se hallaba rodeado por al menos cuatro minas abandonadas, algunas de los cuales habían acumulado millones de litros de agua durante más de 40 años.
Una de esas minas, la más grande, es la Conchas Norte, que dejó de funcionar en 1996, debido a que comenzó a llenarse de agua.
Los carboneros advierten que buena parte de ese líquido proviene del drenaje de la región, cuyas aguas son vertidas directamente en los tiros verticales, también llamadas pozos de carbón, abandonados.
“Es agua de drenaje de todas las casas.
Salía hasta pura espuma y todo, la mierda.
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”, dice Héctor.
Luego de aquel estruendo de aire y tierra que había cimbrado el pozo, vino un tsunami que inundó la mina con todas sus galerías.
“Era un tsunami, las galerías venían hasta el techo de agua y con presión”, narra Fidencio Sillas Álvarez.
Héctor dice que en los cerca de 30 años que ha trabajado en la minería, jamás había mirado una avenida de agua de tal magnitud.
“Era un tsunami, ahí no iba a vivir nadie, nadie.
Pensábamos nosotros el agua va a bajar, porque va a ir a parar a los cañones, cuando de repente el agua nos tapa por completo”.
Fidencio cree que la irrupción de aquel tsunami pudo deberse a un derrumbe en el techo de uno de los túneles de la mina, que no soportó la cantidad de agua acumulada en otro minado antiguo cercano.
“El terreno ya no pudo más con las filtraciones de agua, se remojó el techo de las galerías donde andábamos nosotros y vino el derrumbe y el agua”.
De los 17 mineros que se hallaban bajo tierra, sólo dos habían alcanzado a salir en el bote jalado por el malacate, antes de la llamada de auxilio que Díaz Esquivel hiciera por el teléfono de la mina, desde el fondo.
“Salieron esas dos personas.
Iban como a medio pozo y empezaron las bocanadas de aire fuerte.
Dicen ellos que el bote no cabía en el vertical, la misma presión del aire lo movía pa todos lados.
Fue cuando le habla Héctor al malacatero, ‘baja el bote rápido y no apagues el motor, porque algo va a pasar’.
Yo pensaba ‘¿será un caído o será un derrumbe?’, porque cuando se viene derrumbando el terreno también echa aire, sopla el aire”, explica Fidencio.
Solo dos mineros, Jorge Alfredo Sánchez Domínguez y Fernando Pompa Orta, lograron brincar al bote, cuando fue bajado de regreso tras la alerta de Héctor.
Segundos después el bote, que era jalado hacia la salida de la mina, se atoró con el material que venía arrastrando la corriente de agua.
“Cuando el bote bajó nos trepamos Pompa y yo, pero como el agua venía muy rápido y muy fuerte, donde nos subimos ya teníamos el agua hasta el cuello y no nos dio otra más que salir.
El bote ya no respondió, el malacate se paró, cuando iba pa arriba el agua lo prensó en la bocamina y ya no lo dejó salir”, cuenta Alfredo Sánchez, 39 años.
Alfredo y Pompa quedaron a la deriva.
Héctor y Fidencio que habían huido corriendo con otros carboneros, fueron alcanzados de espalda por el agua que subió a toda velocidad unos 30 metros, de los poco más de 60 que medía la mina.
“El agua nos llegó de fregadazo, hasta aquí, hasta el pescuezo.
Con el agua venía toda la herramienta y todo el material que hay abajo, carretillas, madera, y todo.
El material pasando y nosotros esquivándolo y quitándonoslo, nos golpeaba los costados.
A mí se me quebraron costillas”, platica Fidencio.
LUCHAR POR SOBREVIVIRDiez mineros morirían ahogados en las galerías horizontales.
Entretanto los sobrevivientes luchaban para evitar ser tragados por el agua y mantenerse a flote.
“A mí me tapó el agua por completo, tragué agua, empecé a buscar aire arriba, topaba mi casco con el techo de la galería, me agarré de los pilotes que sostienen el terreno y me empuje pa adelante buscando aire y no hallaba aire”, recuerda Héctor.
Fidencio había encontrado refugio milagrosamente, dice él, en una burbuja de aire que se formó en el pozo, por acción de la velocidad y la cantidad de agua que iba fluyendo.
Hasta ahí consiguió llegar Héctor para ponerse a salvo, pero solo momentáneamente “El llenado de las galerías fue demasiado rápido, entonces no alcanzó a salir todo el aire por la bocamina, así que se quedó acumulado ahí.
El agua le ganó al aire y por eso se formó la burbuja donde alcanzamos a sobrevivir nosotros, pero siguió fluyendo el agua, haciendo presión, y se fue reduciendo la burbuja de aire, la fue apachurrando el agua hasta que el agua nos llegó a la nariz y fue cuando nos aventuramos a buscar la salida”.
Héctor cuenta que con ellos estaba un muchacho de Cloete, al que ya no miraron más.
En aquel lance Héctor y Fidencio habrían estado a segundos de morir ahogados.
“Estábamos tragando agua.
Yo estaba atorado de la pata, me había prensado una malla.
Quedé prensado yo y les decía ‘estoy atorado, estoy atorado’.
El agua se fue subiendo hasta un grado que estábamos con la nariz pegada, así, ya.
Fidencio empezó a llorar’, le digo ‘no pos.
.
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ái nos vemos en el otro mundo Fide.
.
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’”.
Varias veces el agua, que seguía subiendo de nivel, les llegó hasta la cabeza.
Fidencio Sillas creyó morir.
“Empezamos a rezar, a ahí sale todo, salen lágrimas.
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Ahí nos despedimos Héctor y yo ‘sabes qué.
.
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pos hasta aquí llegamos’”.
En su desesperación Héctor Javier vio pasar por su mente, como en un carrusel, las imágenes de su familia: su esposa, sus hijos, sus nietos.
“No pos uno mira a la familia afuera.
Mira ahí están los chiquillos, los nietos.
.
.
Los miré y dije ‘no pos ya’, los miré, haz de cuenta que los miré”, evoca.
Más allá, en el trayecto a la bocamina, Jorge Alfredo Sánchez y Fernando Pompa se aferraban a no perecer bajo las aguas.
Alfredo había conseguido asirse al asta del bote donde se transporta el carbón.
El asta es la agarradera de la cual se sujeta al cable de acero con el que el bote es jalado por un motor de arrastre hasta el exterior de la mina.
“A Pompa lo tapó el agua como unas cinco veces.
No supimos de dónde salió, era mucha agua, demasiada.
Ya iba yo pa arriba, no sé cómo lo levanté, le dije ‘vámonos Pompa’, y a puros tirones.
Lloraba, él ya no quería, yo del brazo lo traía ‘vámonos’, decía ‘ya no puedo, ya no puedo’.
No, si lo he dejado ahí.
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.
sí se hubiera ahogado.
Pobrecito, le ganó mucho como que el miedo”.
En medio de la oscuridad, las lámparas de los mineros se habían apagado al contacto con el agua, Héctor y Fidencio consiguieron agarrarse de las mangueras de las bombas que se usan para succionar el líquido del pozo, y escalar hacia la superficie.
“Nos fuimos subiendo como en una liana, como en una cuerda, para salir de abajo del agua, entonces usamos las mangueras para impulsarnos más rápido y salir a la superficie.
En el trayecto sentía golpes por todos lados.
Yo pensé, tarde que temprano un golpe me va a desmayar y aquí me voy a quedar.
.
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”, dice Fidencio.
Cuando ascendían sujetados a las mangueras Héctor gritó, “si voy a morir, voy a morir luchando.
Y seguí y seguí a una velocidad que ni se imagina uno, pa darle como 30 metros por debajo del agua.
Yo dije, ‘hasta que truenen mis pulmones’”.
Alfredo y Pompa, que habían conseguido pescarse del cable del malacate, de las mangueras o de los alambres de electricidad de las bombas, eran impulsados por la presión del agua hacia la bocamina.
“Conforme subía el agua, nosotros trepábamos por los cables, subía el agua y subíamos nosotros, subía el agua y subíamos nosotros, a puros tirones”, narra Alfredo.
Cuando el agua se detuvo a unos 30 metros rumbo a la salida del pozo, el personal que trabaja en el exterior de la mina, y que se había mantenido asomado desde afuera, miró emerger de repente a Alfredo y a Pompa.
Después a Héctor y segundos más tarde a Fidencio.
En el momento en que la cabeza de Héctor surgió de entre las aguas, Alfredo y Pompa dieron un grito de espanto que hizo eco en el pozo.
“Ellos vieron claramente que se tapó de agua todo, que no quedó ningún hueco, ya nos hacían ahogados a todos.
Salió Héctor pa arriba y por eso se asustaron los compañeros”, dice Fidencio.
Entonces los mineros que se hallaban en la superficie trenzaron una cuerda larga, la lanzaron hasta el fondo del pozo y con ella fueron jalando uno por uno a los sobrevivientes.
“Asomé la pura nariz y Héctor me estiró pa arriba.
Ya de ahí les gritamos a los compañeros que nos echaran una cuerda, nos amarramos de la cintura y, uno a uno, fuimos saliendo pa arriba.
Nos estiraron entre todos, nos sacaron a los cuatro”.
De Raymundo Tijerina Amaya, el quinto de los sobrevivientes, solo se sabe que fue vomitado desde las fauces de la tierra, debido a la presión de las aguas, hasta el exterior, por la bocamina de otro pozo, y que así salvó su vida.
“Perdió el conocimiento, el agua lo tragó ‘y hasta ahí me acuerdo’, dice, para cuando despertó ya andaba flotando arriba.
Cuando nos sacaron estaban todos preguntando que cómo habíamos salido, que cómo nos sentíamos.
Salimos todos sofocados, todos golpeados y ahí nos sentamos un rato, entre las emociones de salir”, dice Fidencio.
Héctor no podía creer que estuviera vivo, le dieron ganas de llorar, de gritar.
“Y nos preguntaron por los demás, por los compañeros, ‘¿dónde están?’, les digo ‘se quedaron.
.
.
’”.
SOBREVIVIENTES Y REVICTIMIZADOS Mientras que en la mina se alistaban las operaciones de rescate de los trabajadores sepultados por el agua, Héctor, Fidencio, Raymundo y Fernando, convalecían en una cama de la clínica 24 del Seguro Social, en Nueva Rosita.
“Yo me sentí mal porque había ingerido mucha agua, traía mucha agua en el estómago y me fui para el Seguro para que me valoraran y me sacaran el agua que había ingerido”, detalla Fidencio.
Afectado por el trauma psicológico que le causó aquel siniestro, Alfredo tomó su motocicleta y condujo por la carretera con rumbo desconocido sin que su familia y amigos supieran nada de él.
Dos semanas después lo encontraron en Laredo.
“Me fui, salí del pozo y sabe.
.
.
me puse nervioso y agarré nomás la moto”.
Luego de tres días los mineros fueron dados de alta del hospital, y de inmediato se enrolaron a la guardia de rescatistas, con la esperanza de sacar vivos a sus compañeros atrapados en el fondo del pozo.
“Andábamos dañados, todos golpeados, todos moretoneados, con chipotes, con la columna lastimada”, relata Héctor Díaz.
A los sobrevivientes, dice Sillas, lo único que les importaba después de haber salvado la vida, era rescatar a sus compañeros.
“Sentimos feo, una angustia tremenda que a nosotros no nos importaba haber acabado de salir de ahí, estábamos dispuestos a avanzar por ellos.
No éramos simplemente compañeros, éramos amigos, casi una familia”.
A cambio, la Compañía El Pinabete S.
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, les pagaba un sueldo de tres mil pesos por semana.
Y así continuaron, hasta que después de dos meses y medio les suspendieron el salario.
“Haz de cuenta que estábamos trabajando, mangueras, desagüe pal río, acarrear unos tubos.
Todo eso anduvimos haciendo”, dice Héctor.
Finalmente, la compañía los despidió injustificadamente con una liquidación de cinco mil 800 pesos.
De indemnización no hubo nada.
Con todo y que aquel siniestro, del que habían sido responsables la empresa y el gobierno federal, les dejó secuelas, tanto físicas como psicológicas, que van desde daños en oídos, pulmones, cintura, rodillas; hasta trastornos como estrés postraumático, ansiedad, depresión, insomnio, terrores nocturnos, ataques de llanto, entre otros.
“No pueden concentrase, no pueden trabajar.
Ellos vivieron una experiencia inenarrable.
Lo que tú escuchaste es de poner la carne de gallina”, dice Gerardo Antonio Pérez Pérez, abogado penalista y representante legal de los sobrevivientes de El Pinabete.
No obstante, apenas y consiguieron del IMSS una pensión que no rebasa los dos mil 100 pesos al mes.
Aparte el Seguro Social no les habría respetado el salario de 597 pesos diarios que ganaban tumbando carbón en el pozo.
“El Seguro no nos quiso marcar por enfermedad como era, no nos quiso pensionar al 100 por ciento.
Me dan de alta y les digo ‘¿y el oído reventado, qué onda?’, dicen ‘no, se te va a cerrar’, les digo ‘eh, ¿y el agua en los pulmones?’, ‘no pos con el tiempo la vas a tirar’.
El de pensiones dijo ‘es que te promediamos’, le dije ‘no, cuando se accidenta uno es el 100 por ciento, se promedia cuando te pensionas por vejez, de 60 años’.
Así nos dijeron en el Seguro.
Ellos hicieron su enjuague, sus movimientos.
A las señoras se les respetó el salario de 597 y a nosotros, con los daños que nos quedaron, las secuelas y todo, no.
.
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“Nosotros lo vivimos, ta bien que a las señoras se les murió su marido, es su pensión, pero es que a nosotros nos pasó, lo vivimos y nunca se nos va a olvidar.
Nos mandan a Acuña con el psicólogo del IMSS, vamos los cinco con el psicólogo y dice ‘ire, ustedes van a tener daños, van a tener secuelas, los vamos a tener en observación por cinco años’”, cuenta Héctor.
Y cuenta que, a pesar de que ya han pasado tres años de la tragedia, sufre de dolores repentinos de cabeza, la mayor parte del tiempo no logra conciliar el sueño y cuando duerme tiene pesadillas sobre lo que pasó en El Pinabete.
“Se me va el sueño en la noche o sueña uno como que niños ahogados.
Despierto llorando.
Yo digo que eso se va a quitar hasta que se muera uno”.
Desde entonces, los cinco sobrevivientes de El Pinabete decidieron emprender una lucha contra gobierno federal por lograr una indemnización justa.
Meses después del siniestro, se presentaron en La Mañanera para entregar un escrito al otrora presidente López Obrador, pidiendo su intervención en el caso.
Y cuantas veces la presidenta Sheinbaum ha visitado la Región Carbonífera, los sobrevivientes se plantan con un cartel clamando por ayuda.
Sin embargo, hasta ahora su clamor no ha sido escuchado.
“A veces la gente nomás te critica, ustedes me miran a mí grandote y fuerte, pero no saben que aquí en la casa no aguanto mi cabeza, mi pulmón, que ando jodido.
Creen que porque estoy grandote, a mí me quedaron daños, y la gente juzga ‘está peleando una pensión’, pos sí estoy jodido”, suelta Héctor.
ESPERANZAS DE CARBÓN El 5 de agosto de 2024, justo cuando se cumplieron dos años de la tragedia, los sobrevivientes de El Pinabete, asesorados por el abogado penalista Gerardo Antonio Pérez Pérez, metieron un escrito de reclamo al área jurídica de la STPS, delegación Coahuila, donde exigen ser indemnizados por el gobierno federal con la suma de 50 millones de pesos, 10 millones por cada uno, como reparación de las lesiones físicas y psíquicas que les dejó la tragedia.
Empero, hasta ahora no les han contestado.
“Cuando le preguntaron a la coordinadora nacional de Protección Civil, Laura Velázquez, si nosotros íbamos incluidos en la indemnización que le iban a dar a las viudas ella contestó ‘no, los sobrevivientes no van incluidos, ellos gracias a Dios salieron y están bien’”, recuerda Fidencio.
EPÍLOGOHoy Héctor Javier Díaz Esquivel trabaja en otra mina de carbón, pero afuera, echando diésel al compresor, prendiendo el generador para bombear el agua, acarreando carretillas con el mineral.
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“Pero afuera, todo por afuera”.
-¿Ya no se mete?-No, ta cabrón.
Fidencio Sillas Álvarez, es ayudante de albañil.
“Después de tantos años de ser minero, ¿se imagina?, gano la mitad o menos de la mitad de lo que ganaba.
.
.
”.
Raymundo Tijerina Amaya, es empleado de una maquiladora dedicada al procesamiento y envasado de aguacate, en Sabinas.
Jorge Alfredo Sánchez Domínguez, se fue de jardinero.
“Le dije a Dios ‘si me das chance de salir de esta, ya no vuelvo a una mina’.
Yo le juré y por eso.
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”.
Y Fernando Pompa Orta, sigue tumbando carbón en algún pozo de Sabinas, Rosita, Cloete.
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Jesús VelascoEl domingo 27 de julio de 2025 la Lotería Nacional realizó el Sorteo Zodiaco 1712, por lo que en Excélsior te presentamos los números ganadores y resultados.El Sorteo Zodiaco 1712 del 27 de julio de 2025 otorgó un premio principal de 7 millones de pesos en efectivo. Resultados del sorteo de la Lotería Nacional del
Excelsior
El alcalde de Ramos Arizpe, Tomás Gutiérrez Merino, estuvo como invitado especial en el Sorteo Zodiaco Especial No. 1712 de la Lotería Nacional, que se celebró por el 250 aniversario del natalicio de Miguel Ramos Arizpe. Durante el evento realizado en la sede de la Lotería Nacional, el edil ramosarizpense dirigió un emotivo mensaje en el que
Vanguardia.com.mx
Jesús VelascoEl sorteo del 27 de julio de 2025, número 4088 correspondiente a Melate ofrece tres oportunidades para ganar y la noche de este domingo se realizó y aquí podrás conocer los resultados del Melate, Melate Revancha y Revanchita. Resultados Melate: 20, 21, 28, 43, 44, 49 adicional 40Resultados Melate Revancha: 05, 07, 12,
Excelsior
Fernando DávilaEl próximo 1 septiembre será el día en que la Suprema Corte de Justicia de Nacional (SCJN) tome protesta a sus nuevos integrantes, luego de las elecciones realizadas el pasado mes de junio.TE PUEDE INTERESAR: Claudia Sheinbaum llama a servidores públicos a cuidar recursosEn este contexto y en el marco de su conferencia de maña
Excelsior
Alejandro Ávila Veracruz Trabajadores pertenecientes a diversos sindicatos y que laboran en la Jurisdicción Sanitaria número 8, iniciaron este lunes 28 de julio un paro de labores en las oficinas centrales, exigiendo la destitución de la supervisora, Arlette Silva Magaña. Los quejosos acusan un
Los Políticos Veracruz
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