Por Declan Walsh y Tariq PanjaSemanas antes de que Sudán estallara en una calamitosa guerra civil, uno de los hombres más ricos de Medio Oriente, el jeque Mansour bin Zayed al Nahyan, recibió en su suntuoso palacio del golfo Pérsico a un arquitecto del caos.
El jeque, hermano menor del poderoso gobernante de Emiratos Árabes Unidos (EAU), es reconocido en Occidente como coleccionista de superyates y caballos de carreras, y quizá sea más conocido como el propietario del Manchester City, el exitoso equipo de fútbol inglés.
El año pasado, su equipo de Nueva York obtuvo la aprobación para construir un estadio de fútbol de 780 millones de dólares en Queens, que será el primero de la ciudad.
TE PUEDE INTERESAR: Un importante clérigo iraní emite una ‘fatwa’ contra Trump y NetanyahuSin embargo, allí estaba él, en febrero de 2023, agasajando a un célebre comandante de los desiertos del oeste de Sudán, alguien que tomó el poder en un golpe de Estado, que amasó una fortuna con oro ilícito y que ha sido acusado de grandes atrocidades.
Los dos hombres se conocían bien.
Mansour había recibido al comandante sudanés, el teniente general Mohamed Hamdan, dos años antes en una feria de armas en los Emiratos, donde recorrieron exposiciones de cohetes y aviones no tripulados.
Y cuando estalló el conflicto de Sudán, en abril de 2023, Mansour ayudó al general a hacer la guerra.
Organizaciones benéficas controladas por Mansour construyeron un hospital, diciendo que atendían a civiles.
Pero ese esfuerzo humanitario encubría el esfuerzo secreto emiratí de pasar de contrabando drones y otras armas potentes al grupo de Hamdan, las Fuerzas de Apoyo Rápido, o RSF, según funcionarios estadounidenses y de la ONU.
Han surgido numerosas pruebas de masacres, violaciones masivas y genocidio por parte de las fuerzas de Hamdan.
Los emiratíes niegan haber armado a ningún bando en la guerra, pero Estados Unidos ha interceptado llamadas telefónicas regulares entre Hamdan y los dirigentes de los Emiratos, incluido Mansour.
La inteligencia ayudó a los funcionarios estadounidenses a concluir que el discreto miembro de la realeza emiratí ha desempeñado un papel central en el esfuerzo por armar a las fuerzas de Hamdan, exacerbando un conflicto devastador que ha desencadenado hambrunas y la mayor crisis humanitaria del mundo.
Mansour, Hamdan y el Ministerio de Relaciones Exteriores emiratí no respondieron a preguntas detalladas sobre sus vínculos y funciones en la guerra.
A pesar de ser propietario de uno de los equipos de fútbol más famosos del mundo, Mansour, de 54 años, ha logrado mantenerse como un enigma, mostrando una capacidad camaleónica para desaparecer en un segundo plano, eclipsado por sus hermanos más prominentes o poderosos.
Sin embargo, en entrevistas con más de una decena de funcionarios estadounidenses, africanos y árabes, es descrito como el principal responsable del agresivo impulso de su país para expandir su influencia por África y Medio Oriente.
Los funcionarios afirman que, en lugares como Libia y Sudán, Mansour ha mimado a caudillos y autócratas en el marco de una amplia campaña emiratí para adquirir puertos y minerales estratégicos, contrarrestar los movimientos islamistas y establecer a la nación del golfo como una potencia regional importante.
Aunque su hermano, el jeque Mohammed bin Zayed que es el belicista gobernante de los Emiratos, dirige sin duda esa política, Mansour se ha labrado un discreto pero poderoso papel de apoyo, reforzando el poder blando del país a través del fútbol y fomentando al mismo tiempo los lazos con líderes armados en algunos de los países más frágiles del mundo, según afirman los funcionarios.
“Es el manejador, el solucionador, el enviado a lugares sin mucho glamour ni publicidad, pero que son importantes para los emiratíes”, dijo Andrew Miller, exdiplomático estadounidense de alto rango.
“Ese parece ser su nicho”.
Al menos otra media decena de funcionarios describieron a Mansour del mismo modo.
En Occidente, Mansour ha pasado desapercibido en gran medida.
Rara vez se reúne con diplomáticos occidentales, no habla con periodistas y apenas ha asistido a partidos del Manchester City, el célebre equipo del que es propietario.
Cuando sus empresas se han visto envueltas en acusaciones internacionales de corrupción o incumplimiento de embargos internacionales de armas, ha evitado las críticas.
Sin embargo, esa sensación de dorada inmunidad empieza a resquebrajarse.
El año pasado, el gobierno británico aprobó una ley que, de hecho, impidió que Mansour adquiriera un respetado periódico, temiendo que pudiera afectar la libertad de prensa.
Juicios en Estados Unidos y Malasia han revelado acusaciones de que Mansour se benefició del escándalo 1MDB, uno de los mayores fraudes financieros del mundo.
El agravamiento de la guerra en Sudán, un conflicto de gran envergadura que ha ocasionado más de 150.
000 muertos y desplazado a más de 12 millones de personas, ha originado acusaciones de que los Emiratos están financiando un genocidio.
Los legisladores demócratas han pedido que se bloquee la venta de armas estadounidenses a Emiratos.
Y ahora, la joya deportiva de Mansour se encuentra bajo asedio.
Un grupo de expertos británicos está analizando las acusaciones generalizadas de que el Manchester City ha hecho trampas a gran escala.
El equipo ha sido acusado por su propia liga de manipular sus finanzas para financiar la compra de jugadores estrella que aseguraron la asombrosa racha de victorias del club, transformándolo de un grupo de jugadores regulares en un fenómeno deportivo internacional.
El Manchester City niega las acusaciones, pero si se le declara culpable, el equipo podría ser multado, expulsado o despojado de sus numerosos títulos.
También es un momento de ajuste de cuentas para Mansour, cuyos negocios ahora están bajo el tipo de escrutinio que ha tratado de evitar durante mucho tiempo.
El Manchester City no respondió a una solicitud de comentarios.
Sea cual sea la sentencia, el caso plantea la perspectiva de que el extraordinario secretismo del que ha disfrutado, impulsado por una fuente de dinero aparentemente inagotable, puede estar llegando a su fin.
Esta es la historia del jeque que prefirió quedarse en segundo plano.
El jeque del fútbolEn la generación de sus abuelos, la mayoría de los habitantes de lo que hoy son los Emiratos eran agricultores de dátiles, pastores de camellos y pescadores de perlas.
El descubrimiento de petróleo en la década de 1960 desencadenó una impresionante transformación que se centró primero en la ciudad Estado de Dubái.
Edificios espejados surgieron del desierto, y las pistas de esquí ahora se retuercen por los centros comerciales, convirtiendo la ciudad en un arquetipo de la ostentación de los petro-Estados.
La capital más conservadora, Abu Dabi, se ha convertido en un sitio ineludible de las finanzas y aspirante a superpotencia de la inteligencia artificial.
La ciudad se ha convertido en un centro de inversión mundial tan influyente que se autodenomina como la “capital del capital”.
Una familia está en la cima de la ciudad.
Los Al Nahyan de Abu Dabi son la segunda familia más rica del mundo, después de los Walton de Estados Unidos, según algunas estimaciones.
Han gobernado los Emiratos desde su independencia en 1971, y su poder se concentra en un grupo conocido como los “Bani Fátima”, seis hijos de la esposa favorita del padre fundador del país, el jeque Zayed bin Sultan al Nahyan.
Tres de los hijos dominan la nación.
El hermano mayor, el jeque Mohammed bin Zayed, de 64 años, conocido como MBZ, es el gobernante de facto desde hace más de dos décadas.
Por debajo de él se encuentra el jeque Tahnoon bin Zayed, de 56 años, conocido a menudo como el “jeque espía”, un asesor de seguridad nacional con gafas de sol y aficionado al entrenamiento físico, a quien le gusta jugar al ajedrez en su superyate y que ha entablado amistad con Mark Zuckerberg, el fundador de Meta, practicando jiu-jitsu.
El tercer hermano más poderoso, Mansour, tiene un perfil mucho más discreto.
Como viceprimer ministro y vicepresidente, controla instituciones clave, como el banco central emiratí, la compañía petrolera nacional y la autoridad penal de Abu Dabi.
Preside Mubadala, un fondo soberano de rápido crecimiento de 330.
000 millones de dólares, con inversiones en inteligencia artificial, semiconductores y turismo espacial.
Es una figura clave en los esfuerzos de su país por adquirir influencia mundial mediante el poder blando, incluido el intento de construir un imperio mediático.
Se ha asociado con British Sky Broadcasting y CNN para crear canales de televisión y sitios web en árabe, y le entregó un fondo de 1000 millones de dólares a Jeff Zucker, expresidente de CNN, para adquirir medios de comunicación en todo el mundo.
En público, Mansour tiende a mantenerse al margen.
A menudo se le ve patrocinando actividades tradicionales emiratíes como carreras de camellos y festivales de dátiles.
Sus declaraciones destacan sobre todo por lo insípidas que son.
Pero en el mundo del fútbol se ha convertido en un auténtico gigante, ayudando a que la realeza de su país se reformulara tras un devastador revés.
En 2006, dos años antes de que Mansour comprara el Manchester City, los Emiratos sufrieron un rechazo muy público.
Su intento de comprar seis puertos marítimos en Estados Unidos fue bloqueado en medio de una feroz reacción política, a pesar de que los Emiratos se habían aliado con Washington tras los atentados del 11 de septiembre de 2001.
Fue un momento seminal, que hizo que los dirigentes emiratíes se pusieran manos a la obra para remodelar su imagen internacional, invirtiendo en cultura, academia y deporte.
Mansour lideró la carga en el fútbol.
Solo unas horas después de comprar el Manchester City por 330 millones de dólares, desembolsó una suma récord por un nuevo jugador, la primera de una serie de caras adquisiciones, que costaron al menos 3500 millones de dólares, y que transformaron al equipo en un monstruo del fútbol.
El Manchester City no tardó en ganar su primer campeonato en décadas.
Desde entonces, ha ganado la Liga Premier otras siete veces, así como el mayor premio del fútbol de clubes, la Liga de Campeones.
En 2023, obtuvo 100 millones de dólares de ganancias de casi 1000 millones de ingresos, lo que lo sitúa entre los equipos deportivos más lucrativos del mundo.
“Jeque Mansour, el Manchester te da las gracias”, reza una pancarta que cuelga permanentemente en su estadio, que lleva el nombre de Etihad Airways, compañía aérea nacional de los Emiratos.
A medida que se acumulaban los trofeos, Mansour compró otra decena de equipos, entre ellos en Melbourne, Bombay y Yokohama.
El nuevo estadio de su equipo de fútbol en Nueva York —New York City FC— tendrá un nombre similar al de Manchester: Etihad Park.
Las naciones rivales del golfo han seguido su ejemplo, adquiriendo sus propios equipos británicos o europeos.
El Manchester City también ha servido a fines políticos.
En 2014, directivos del equipo invitaron a periodistas a reuniones informativas de asesores que trabajaban para los Emiratos.
En vez de hablar de fútbol, las sesiones informativas trataban de vincular a Catar, rival de Emiratos, con el terrorismo internacional, según un periodista presente y un dossier informativo visto por The New York Times.
Sin embargo, la pasión personal de Mansour por el fútbol no está clara.
Desde que compró el Manchester City hace 17 años, solo ha visto jugar al equipo dos veces en competición, y solo una en el Etihad Stadium.
Pero en ese periodo, las prioridades emiratíes también se han desplazado hacia el poder duro, y también las de Mansour.
El manejadorLa Primavera Árabe de 2011 fue un punto de inflexión para los Al Nahyan.
A medida que caían autócratas en Medio Oriente, la familia temía ser la siguiente.
El gobernante emiratí, el jeque Mohammed, dijo a los funcionarios occidentales que temía la creciente fuerza de grupos políticos islamistas como los Hermanos Musulmanes y prometió frenarlos en seco.
Los Emiratos han intervenido enérgicamente en países como Egipto, Libia y Yemen.
Pero eso implicaba a menudo respaldar tomas de poder militares, armar a rebeldes o forjar alianzas con señores de la guerra.
Para gestionar algunas de esas relaciones, se necesitaba una mano delicada.
Y, en ese momento, apareció Mansour.
Siguiendo órdenes de su hermano, el gobernante emiratí, Mansour asumió el papel de gestor de “hombres fuertes indecorosos y antiestéticos, pero importantes” en diversos lugares, como dijo un ex alto funcionario estadounidense.
En Libia, el hombre fuerte favorito era Jalifa Hifter, un antiguo activo de la CIA que prometía llenar el caótico vacío dejado por la muerte del coronel Muamar el Gadafi, líder libio.
Igualmente importante, Hifter se oponía a los grupos islamistas.
Aproximadamente desde 2015, los funcionarios estadounidenses se dieron cuenta de que Mansour hablaba regularmente con Hifter y “manejaba” discretamente la relación, según dijeron varios funcionarios estadounidenses.
“Fue entonces cuando nos dimos cuenta de que los emiratíes estaban apostando” por Hifter, recordó un funcionario.
La alianza provocó algunas fricciones con Washington.
Llegaron armas emiratíes a Libia, en violación de un embargo internacional de armas.
Incluso algunas armas estadounidenses que se habían vendido a Emiratos aparecieron en Libia, según un alto funcionario.
En 2020, el Pentágono dijo que lo más probable era que Emiratos le hubiera pagado a mercenarios del Grupo Wagner de Rusia para que lucharan junto a Hifter, mientras atacaba la capital libia.
Sin embargo, apenas hubo represalias públicas para Emiratos, que para entonces había centrado su atención en otro país estratégicamente valioso: Sudán.
Allí, el antiguo gobernante, el presidente Omar Hassan al Bashir, estaba aliado con Irán, un feroz competidor con muchos Estados árabes por la influencia en la región.
Mansour recibió el encargo de atraerlo al bando emiratí, según dijeron funcionarios sudaneses y estadounidenses.
Una serie de reuniones a puerta cerrada culminó en 2017 con una visita de alto nivel de Al Bashir a Abu Dabi.
Pronto, miles de millones de ayuda emiratí fluyeron hacia Sudán, según los medios de comunicación estatales emiratíes.
Muchos funcionarios estadounidenses estaban consternados.
Al Bashir era buscado por el Tribunal Penal Internacional de La Haya por su papel en el genocidio de Darfur una década antes.
Sin embargo, para los emiratíes fue una alianza fructífera: Al Bashir desplegó soldados en Yemen para luchar junto a los emiratíes y Arabia Saudita en su guerra contra los hutíes respaldados por Irán.
También fue el inicio de una nueva relación.
Muchos de los soldados enviados a Yemen pertenecían a la RSF, que entonces era un grupo paramilitar de reciente creación dirigido por Hamdan.
El general se convirtió rápidamente en un estrecho aliado de Mansour.
“Siempre entendimos que, entre bastidores en Sudán, estaba Mansour”, dijo Jeffrey Feltman, enviado de Estados Unidos al Cuerno de África de 2021 a 2022.
Los “Gatsby” del GolfoCuando no está tratando con señores de la guerra o equipos de fútbol, Mansour es conocido por darse lujos que solo los ultrarricos pueden permitirse.
Según muchos informes, ha sido propietario de varios de los mayores superyates del mundo, palacios flotantes con interiores opulentos.
El último, según informes de la industria náutica, es el Blue, de 600 millones de dólares.
Algunos afirman que debe su nombre a los colores del Manchester City y que, con sus 160 metros, el barco es mucho más largo que cualquier campo en el que haya jugado el equipo.
Hace una década, el gusto de Mansour por los barcos atrajo la atención de los fiscales estadounidenses, quienes dijeron que había financiado otro yate, el Topaz, con los beneficios del infame escándalo 1MDB.
Según dijo la fiscala general estadounidense Loretta Lynch en 2016, se malversaron al menos 4500 millones de dólares del erario público malasio mediante un elaborado plan financiero.
Lo calificó como “el mayor caso de cleptocracia” que Estados Unidos había visto nunca.
Una serie de procesos penales condujeron a la condena y encarcelamiento del primer ministro de Malasia, Najib Razak, así como de dos altos ejecutivos de Wall Street, uno de los cuales fue condenado en mayo.
Al principio, la atención mediática del caso se centró en los hábitos ostentosos de Jho Low, el financiero fugitivo acusado de orquestar la trama: fiestas de famosos en Las Vegas, propiedades inmobiliarias en Beverly Hills y cuadros de Picasso y Monet.
Pero también originó investigaciones en una decena de países que acabaron sacando a la luz graves acusaciones contra altos funcionarios emiratíes, incluido Mansour.
En un juicio celebrado en Nueva York en 2022, los fiscales estadounidenses presentaron pruebas de que el embajador emiratí en Washington, Yousef al Otaiba, había recibido 40 millones de dólares en sobornos.
Casi 500 millones de dólares fueron a parar a Khadem al Qubaisi, director ejecutivo de una de las empresas de Mansour, dijeron los fiscales.
Aunque los fiscales no dijeron cuánto pudo haber recibido Mansour, lo incluyeron en la lista de “co-conspiradores” en el fraude y, citando a Low, lo situaron en la cima de una “jerarquía de sobornos“ en el caso.
También presentaron pruebas que demostraban que 161 millones de dólares de los fondos de 1MDB se utilizaron para reembolsar un préstamo para el Topaz, el yate de 688 millones de dólares de Mansour.
En 2013, Mansour pasó unas vacaciones en el yate con Razak, el líder malasio, en el sur de Francia, según declaró en enero ante un tribunal un funcionario malasio anticorrupción.
Un año después,el actor Leonardo DiCaprio utilizó el yate durante el Mundial de Fútbol de Brasil de 2014.
Mansour nunca ha enfrentado cargos relacionados con el 1MDB, aunque en 2023 dos de sus empresas acordaron devolver 1800 millones de dólares a Malasia, que las acusó de facilitar el fraude.
Al Otaiba, que sigue siendo embajador emiratí en Washington, goza de inmunidad diplomática frente a la acusación, dijeron las autoridades.
Al Qubaisi, ex director ejecutivo de una de las empresas de Mansour, fue condenado por fraude en Emiratos y cumple una pena de 15 años de prisión.
En una entrevista concedida a The Wall Street Journal en 2019, dijo que Mansour lo había convertido en “chivo expiatorio“.
Mansour, Al Otaiba y DiCaprio se negaron a responder preguntas sobre 1MDB.
Varios funcionarios estadounidenses implicados en el caso, que hablaron con la condición de mantener su anonimato para poder charlar sobre conversaciones legalmente privilegiadas, expresaron su frustración por el hecho de que Mansour y Emiratos no cooperaran con su investigación.
“Hay bastantes indicios que apuntan a Mansour”, dijo Clare Rewcastle Brown, autora de dos libros sobre el escándalo del 1MDB.
“Pero está claro que nadie quiere tocarlo”.
Los críticos dijeron que el episodio era típico del privilegio del que gozan los dirigentes emiratíes, cuya inmensa riqueza a menudo les ha servido de escudo.
Stephanie Williams, veterana diplomática estadounidense que dirigió la misión de la ONU en Libia, los comparó con los protagonistas de El Gran Gatsby.
“Vienen y causan estragos con su dinero y su despreocupación”, dijo Williams, parafraseando una frase de la clásica novela estadounidense.
“Y luego dejan que otras personas limpien su desastre”.
La conexión con JartumCuando Hamdan ayudó a tomar el poder en un golpe de Estado en Sudán en 2021, los funcionarios estadounidenses se enfurecieron.
Se les había asegurado que los civiles gobernarían el país, no los militares.
Pero los Emiratos aprobaron la toma del poder y pronto le dieron a Hamdan una calurosa bienvenida oficial en Abu Dabi.
Los Emiratos iban camino de superar incluso a China como el mayor creador de negocios extranjeros en África.
Las empresas dirigidas por la familia Al Nahyan han invertido miles de millones en minas, centros de datos y créditos de carbono africanos, a medida que el país del golfo trata de desligar su economía del petróleo.
Sin embargo, para un grupo de naciones estratégicamente situadas, Emiratos también ha actuado como creador de reyes y proveedores de armas.
En 2021, el jeque Mohammed rescató al asediado primer ministro de Etiopía, Abiy Ahmed, suministrándole aviones no tripulados que ayudaron a cambiar el curso de una brutal guerra civil a su favor.
Y cuando Sudán se sumió en una guerra civil en 2023, Emiratos se puso firmemente del lado de Hamdan, el aliado de Mansour.
Los Emiratos niegan haber apoyado a ninguno de los bandos en la guerra de Sudán.
Sin embargo, desde los primeros días del conflicto, Estados Unidos supo que Emiratos acogía a Hamdan en Abu Dabi y armaba a sus combatientes sobre el terreno, según funcionarios estadounidenses.
En primer lugar, los funcionarios estadounidenses dijeron que Hamdan voló a los Emiratos, donde se le dio refugio en una residencia protegida y grabó en video varios discursos dirigidos a sus partidarios en Sudán.
Poco después, los Emiratos montaron unplan encubierto para armar al grupo de Hamdan, el RSF, desde una base aérea del desierto en el este de Chad.
El atractivo del general para los emiratíes era triple, según los funcionarios estadounidenses.
Era leal porque había luchado para los emiratíes en Yemen.
Era colaborador porque sus negocios estaban radicados en los Emiratos, donde vendía oro y compraba armas.
Y era un autoproclamado enemigo de los grupos islamistas.
Mediante interceptaciones telefónicas, los servicios de inteligencia estadounidenses determinaron que Hamdan tenía línea directa con dos dirigentes de los Emiratos: el jeque Mohammed y el jeque Mansour, según las autoridades.
También identificaron a un funcionario emiratí que coordinaba una red de empresas ficticias que ayudaban a financiar y armar a las fuerzas del general.
Cuando empezó la guerra, Mansour pareció cortar los lazos públicos con Hamdan, pero siguió existiendo una conexión.
Los Emiratos enviaron armas a las fuerzas del general a través de una base aérea en Chad, donde aparentemente dirigían un hospital de campaña financiado por dos organizaciones benéficas, ambas controladas o supervisadas por Mansour.
Ninguna de las dos organizaciones respondió a las preguntas de este artículo, pero funcionarios emiratíes dijeron que era “imprudente y perjudicial” sugerir que el hospital se utilizaba para otra cosa que no fuera una labor humanitaria.
Emiratos no es la única potencia extranjera que impulsa la guerra, y algunos se han puesto del lado del enemigo de Hamdan, el ejército de Sudán, que también ha sido acusado de crímenes de guerra.
Con la esperanza de mitigar la intromisión extranjera, el enviado de Estados Unidos a Sudán, Tom Perriello, se enfrentó personalmente a Mansour en 2024 por su apoyo a Hamdan durante una reunión celebrada en Emiratos, según dijo un funcionario estadounidense.
Mansour rechazó la acusación, afirmando que la responsabilidad de la paz recaía en sus enemigos.
‘El juicio del siglo’A fines de 2023, en un gran impulso a las ambiciones de los Emiratos en los medios de comunicación mundiales, Mansour cerró un acuerdo de 600 millones de dólares para comprar el periódico Daily Telegraph, bastión del establishment conservador británico.
Pero menos de seis meses después, el gobierno británico bloqueó el acuerdo con una nueva ley que restringía la propiedad extranjera de periódicos.
Un legislador dijo públicamente que era imposible “separar al jeque del Estado”.
La secretaria de Cultura, Lucy Frazer, expresó su preocupación por “la libertad de expresión y la presentación exacta de las noticias”.
Desde entonces, Mansour ha sufrido otros reveses.
En septiembre, el Manchester City empezó a defenderse en una audiencia celebrada en Londres que puso en duda su fulgurante racha de victorias.
La Liga Premier acusa al Manchester City de infringir sus normas 130 veces, entre otras cosas por canalizar cientos de millones de dólares de empresas emiratíes hacia las arcas del equipo y disfrazar esos pagos como acuerdos de patrocinio.
Los medios deportivos británicos han descrito el proceso como el “juicio del siglo”.
La Liga Premier es posiblemente la mayor exportación cultural del Reino Unido, por lo que la disputa con el equipo de Mansour resulta enormemente costosa y potencialmente perjudicial.
Lo que está en juego va más allá del deporte.
Funcionarios emiratíes plantearon la cuestión en conversaciones con el ministro de Asuntos Exteriores británico, David Lammy, durante una visita a Emiratos el año pasado, según personas con conocimiento de la reunión.
La cuestión se ha convertido en una “herida abierta” entre los dos países, dijo Eddie Lister, ex enviado británico al Golfo.
En Washington, el creciente malestar por el papel de los emiratíes en la guerra de Sudán se ha convertido en una cuestión bipartidista en el Congreso.
En su audiencia de confirmación en enero, Marco Rubio, actual secretario de Estado estadounidense, criticó a Emiratos, acusando al país de apoyar un “genocidio” dirigido por Hamdan.
Destacados demócratas han presionado para que se prohíba la venta de armas estadounidenses a Emiratos hasta que deje de armar a las Fuerzas de Apoyo Rápido de Hamdan.
Estos llamados aumentaron en mayo, después de que las Fuerzas de Apoyo Rápido bombardearan depósitos de combustible, centrales eléctricas y el último aeropuerto internacional de Sudán, utilizando potentes aviones no tripulados que, según dijeron dos exfuncionarios estadounidenses, fueron proporcionados por Emiratos.
Pero algunas de las críticas cesaron días después, cuando el presidente Donald Trump visitó Emiratos.
En el imponente palacio presidencial de mármol de Abu Dabi, Trump se deleitó con la extravagante recepción mientras firmaba un acuerdo con el país sobre inteligencia artificial por valor de 200.
000 millones de dólares, que se sumaba a anteriores promesas emiratíes de invertir 1,4 billones de dólares en Estados Unidos.
“Eres un hombre magnífico y es un honor estar contigo”, dijo Trump al jeque Mohammed.
Sentado junto a ellos estaba Mansour, cuyo fondo de riqueza Mubadala había dicho que utilizaría una empresa de criptomonedas de la familia Trump para realizar una transacción de 2000 millones de dólares que podría generar cientos de millones de dólares para la familia del presidente.
Días después, el gobierno de Trump eludió al Congreso y aprobó otros 1000 millones de dólares en armas para los Emiratos.
c.
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