¿Ataques quirúrgicos o provocación estratégica? MPV

La ofensiva sobre Isfahán y sus implicaciones globales

La reciente ofensiva militar estadounidense sobre instalaciones nucleares en Irán, específicamente el ataque al complejo nuclear de Isfahán, ha despertado preocupación a nivel internacional, no solo por el impacto material en el programa nuclear iraní, sino también por las posibles repercusiones geopolíticas de una acción que, más allá de su precisión militar, puede interpretarse como un gesto de escalada en una región ya volátil. Según un reportaje de CNN en español, el Instituto para la Ciencia y la Seguridad Internacional —organismo independiente con sede en Washington— confirmó que el complejo de Isfahán sufrió “daños graves”, lo que añade una nueva dimensión a la discusión sobre la legitimidad, la necesidad y las consecuencias estratégicas de este tipo de operaciones.

Conviene, en primer lugar, contextualizar la magnitud del daño. El complejo de Isfahán alberga una instalación clave de conversión de uranio, responsable de transformar uranio natural en hexafluoruro de uranio, un componente esencial para el enriquecimiento mediante centrifugadoras. La afectación de esta infraestructura compromete, al menos temporalmente, la capacidad técnica de Irán para avanzar en su programa nuclear, lo que algunos podrían interpretar como un éxito táctico para los objetivos de seguridad nacional de Estados Unidos y sus aliados.

No obstante, desde una perspectiva más crítica, vale la pena preguntarse si los beneficios tácticos justifican los riesgos estratégicos. En este sentido, el uso de misiles Tomahawk —más de dos docenas, según declaraciones del general Dan Caine al medio citado— en lugar de bombas antibúnker lanzadas por bombarderos B-2, indica que la operación fue diseñada para ser precisa y limitar el daño colateral. Sin embargo, la aparente cautela técnica no disipa las dudas sobre la legalidad y la oportunidad política del ataque, especialmente al no haber mediado una declaración formal de guerra ni un mandato explícito del Congreso estadounidense.

Por otra parte, el informe del Instituto para la Ciencia y la Seguridad Internacional menciona que al menos tres de las cuatro entradas a los túneles subterráneos del complejo colapsaron, lo que sugiere que el daño podría extenderse a las instalaciones subterráneas donde se presumía que Irán almacenaba componentes críticos o realizaba actividades sensibles. Adicionalmente, las imágenes satelitales revelan que las entradas fueron cubiertas con tierra posteriormente, lo cual, de acuerdo con el análisis del instituto, podría ser una medida de contención para evitar la propagación de material radiactivo. Este dato es particularmente inquietante, pues sugiere la posibilidad de un riesgo ambiental cuya magnitud aún no ha sido evaluada públicamente.

Asimismo, la elección del objetivo resulta significativa. A diferencia de Fordow y Natanz, también bombardeados, Isfahán fue atacado sin el uso de armamento especializado en penetrar estructuras profundamente reforzadas, lo que indica una estrategia deliberada de dosificación de fuerza. Sin embargo, dicha estrategia, si bien técnicamente contenida, no elimina el riesgo de una respuesta por parte de Teherán, que ya ha denunciado estas acciones como violaciones a su soberanía y actos de agresión. La pregunta, entonces, es si esta ofensiva fortalecerá la disuasión frente al desarrollo nuclear iraní o, por el contrario, servirá como catalizador de una escalada mayor en Oriente Medio.

A este respecto, es imprescindible considerar las implicaciones para el régimen internacional de no proliferación. Si bien Irán ha sido acusado en múltiples ocasiones de violar los compromisos adquiridos en el marco del Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP), las acciones unilaterales que vulneran la infraestructura de un Estado sin el aval del Consejo de Seguridad de la ONU, debilitan la arquitectura jurídica internacional y envían un mensaje contradictorio: se castiga la desobediencia, pero también se elude el multilateralismo.

En suma, el ataque al complejo nuclear de Isfahán debe analizarse más allá del lente militar. Su impacto real, tanto técnico como simbólico, se enmarca en una lucha más amplia por el poder en Medio Oriente, pero también en una pugna global por definir los límites del uso legítimo de la fuerza. Como señala CNN en español, los daños son significativos; sin embargo, el verdadero alcance de esta operación solo podrá medirse con el tiempo, conforme se desarrollen las reacciones diplomáticas y se vislumbre si la estrategia estadounidense ha contenido una amenaza o, por el contrario, ha encendido una mecha de consecuencias impredecibles.