El nuevo Papa no es trumpista Diario.mx
Habemus Papam tuitero.
Todavía no había acabado el día en que Robert Prevost se convirtió en el primer Papa estadounidense cuando ya le habían sacado los recientes tuits que escribió criticando al presidente Donald Trump y a su vicepresidente, J.D. Vance. Extraño que el Vaticano, tan cuidadoso, no haya borrado la cuenta atribuida al futuro pontífice (@drprevost) en una de las redes más populares y combativas que existen.
Dos teorías: una, que era tan poco probable que Prevost llegara a ser Papa que a nadie se le ocurrió limpiar su pasado cibernético en X, y la otra, que estamos en una época en la que el pasado ya no se puede borrar y, en realidad, no había nada que esconder. Sí, el nuevo Papa es proinmigrante y no es trumpista.
El tono de los tuits de Prevost es moderado y hasta respetuoso. Pero marcan una distancia con las políticas antiinmigrantes del actual presidente estadounidense. En uno de ellos Prevost repostea un comentario hecho por otro religioso en que se critica la “ilícita deportación” a El Salvador de un residente legal de Estados Unidos, Kilmar Ábrego García. También hay una referencia explícita a la reunión entre los presidentes de Estados Unidos y El Salvador, Nayib Bukele, que autorizaron dicha deportación. Y además, en el comentario original se leen tres frases sobre el controversial caso: “¿Acaso no ves el sufrimiento? ¿Está tu conciencia tranquila? ¿Cómo te puedes quedar inmóvil?”.
En otro tuit, este sí escrito por él en febrero del 2025, Prevost dijo que el vicepresidente estadounidense J.D. Vance estaba “equivocado” (wrong, en inglés) al tratar de justificar el maltrato a los inmigrantes en Estados Unidos. “Jesús no hace categorías”, escribió.
Hay mucho que rascar digitalmente. Prevost es un tuitero cuidadoso. Tuitea relativamente poco y, en muchos casos, en lugar de criticar a alguien solo repostea o cita los comentarios de otros.
Sus décadas viviendo en Perú, uno de los países más desiguales del hemisferio, lo marcaron. Es imposible haber sido obispo de la Diócesis de Chiclayo y no entender los problemas de violencia, pobreza, marginación a los pueblos originarios y la falta de oportunidades en América Latina.
Me llamó la atención que en su primer discurso como Papa en la plaza de San Pedro, León XIV habló en italiano y en español, pero no en inglés. Hubiera sido lo normal, ya que nació en Chicago. Y aun así decidió no hacerlo. A veces los silencios pesan más. Fue como si el inglés hubiera dejado de ser el idioma indispensable.
Mientras que Trump levanta barreras comerciales, impone aranceles y quiere dictarle al mundo cómo comportarse, el primer discurso del nuevo Papa fue totalmente opuesto, hablando de paz, de puentes y de agradecimiento. No tengo ni la menor idea de lo que pasó en la Capilla Sixtina pero si dos terceras partes de los cardenales escogieron como Papa a un estadounidense, ahí hay un mensaje. Trump ya no es el estadounidense más influyente. Ni tiene mil 400 millones de feligreses como Prevost. El nuevo Papa no tiene que convertirse en contrincante de Trump pero sí será su contrapeso. León XIV no se puede quedar callado cuando se ataca en su propio país a inmigrantes, estudiantes, jueces, abogados y activistas. El contraste: uno es un Papa real y el otro un personaje que permitió que en la cuenta oficial de la Casa Blanca pusieran un meme de él vestido de Papa.
A pesar de todo lo anterior, la verdadera lucha de León XIV no será hacia fuera de la Iglesia sino hacia dentro. Hay presiones para que siga el camino de Francisco y transforme el catolicismo. No se puede hablar de amor y de misericordia cuando no se han resuelto cientos de miles de casos de abuso sexual causados por sacerdotes. Solo en España, por dar un ejemplo, una comisión calculó que podría haber cerca de 400 mil casos.
La Iglesia católica tampoco puede predicar la igualdad y la justicia social cuando no permite, siquiera, que las mujeres se conviertan en sacerdotes y, mucho menos, en pontífices. Ante la simple pregunta de ¿por qué no?, la Iglesia siempre tiene las excusas más simplistas y absurdas.
Como quiera que sea, León XIV llega en buen momento. Y aunque todos queremos ver en él lo que nos falta, es –de entrada– otro punto de resistencia al extremismo trumpista.
