En aquel tiempo, la revolución se reunió en Aguascalientes Heraldo de Aguascalientes

Lo que hace la diferencia entre la prehistoria y la Historia es la escritura…
Ocurre lo que se escribe; lo demás se olvida,
y el olvido es tan profundo,
que pareciera que ese hecho nunca ocurrió.

Y ahora sí, señoras y señores, damas y caballeros, corre y se va, la esperadísima, anunciadísima, deseadísima y excesivamente prologada crónica de la celebración del centenario de la Convención Militar Revolucionaria de Aguascalientes, tal y como no se la habían contado, con la esperanza de que la espera haya valido la pena.

Viernes 10 de octubre de 2014… Es uno de esos días nubosos; de los que luego llaman lagañosos, pero igual ahí está nuestro Señor Padre, el Sol, y calienta, y más que hará sentir su presencia conforme transcurran las horas… En el Teatro Morelos se lleva a cabo la ceremonia de conmemoración del centenario de la Convención Militar Revolucionaria de Aguascalientes, en la que es el acto central de un programa de actividades que incluyó, entre otras cosas, una profunda transformación del entorno del edificio neoclásico, orgullo de la clase política porfirista aguascalentense en el que la revolución tuvo la intención de dirimir con palabras lo que meses después hizo mediante el uso de la fuerza; todavía faltaban algunos balacitos por repartir, habría dicho en algún momento mi general Francisco Villa.

La reunión revolucionaria y sus conmemoraciones realizadas en un teatro… ¿No le parece una maravilla; un gesto de humor involuntario, y hasta negro?, esto último dada la pobreza de tanto paisano que nomás no sale del agujero; la corrupción, el cinismo que observamos, no de ahora, por supuesto, en que ya todo cambió, sino de antes; no con los buenos de ahora, sino con los malos de antes…

El hecho marcó la historia del teatro de una forma imperecedera, porque luego, en los años porvenir, se sucedieron ahí las conmemoraciones, los presidentes de México apersonándose en el escenario para oficiar de Sumos Sacerdotes de Nuestro Civismo, Sacros Administradores del Dogma de nuestra brillante y gloriosa Historia. Pero además están las tomas de posesión de algunos gobernadores, los informes de gobierno, la coronación de la Reina de la Feria, las graduaciones escolares, etc. Para todo eso y más ha servido el Coliseo de la calle República, hoy convertida en Plaza de la Convención.

Años después se juró la Constitución de 1917 en otro teatro, esta vez el –¡Jesús mil veces!- Iturbide, de Querétaro. Quizá don Venus Carranza lo eligió para exorcizarlo del nombre del Primer Emperador, auténtico y único consumador de la independencia nacional, y dejar en claro la forma de régimen adoptada, porque a partir de entonces se llamó Teatro de la República.

Claro: a la hora de elegir estos espacios se buscaban lugares que tuvieran un buen aforo de personas, y que quien hablara fuera visto y escuchado desde todas partes del espacio, sus palabras sabias o vacías; sus gesticulaciones, gritos y lágrimas; sus amenazas, lo mucho que la Patria les debía aellos, los políticos, los sufridos próceres que actuaban por el bien de la nación.

Era eso lo que se buscaba y no plantear una alegoría con el arte de Dionisio. Pero he aquí que el espacio creado para las artes escénicas, de cuando en cuando sirve a los fines de una de ellas: la política porque, señora, señor: ¿qué sería de ella sin el oropel que la acompaña; sin los reflectores, los papeles multicolores; la música maravillosa de los aplausos; los abrazos estruendosos; casi eróticos, las declaraciones de incondicional adhesión, los trajes de corte exacto y corbata del color del partido al que se pertenece? ¿Qué quedaría de ella?¿No le parece una alegoría maravillosa?

En fin. Hoy estarán aquí; en el Teatro Morelos, la crema,la natay hasta la leche cortada de la clase política de México, del Presidente de la República, para abajo, secretarios, gobernadores, senadores, diputados. O sea que de nueva cuenta la revolución se reúne en Aguascalientes, ya toda maltrecha la pobre, pero sobre todo, víctima de una brutal demencia senil. Es una revolución ya bastante desvencijada; bastante desdibujada luego de 100 años de cabalgar, subirse al tren y finalmente montarse en un Boeing 787 que ni Obama lo tiene -¿Habrase visto revolución más larga?-.

A la nómina de los elegidos para asistir a este fasto hay que agregar a unos cuantos del pueblo que con su presencia patentizan que son alguien en esta ciudad, moderna por fuera pero conservadora por dentro, aunque como de costumbre: ni serán todos los que estén ni estarán todos los que son, porque el teatro es pequeñito…

Por unas horas, con tanta gente importantiosa reunida, esta zona será la más cuidada de la galaxia. El cerco tiene como centro el Teatro Morelos y se extiende a varias calles a su alrededor: nadie entra, nadie sale, al menos no sin autorización. Es como el cerco castellano a Tenochtitlan, como el Sitio de Cuautla, como el gueto de Varsovia… Y si hoy el teatro y sus inmediaciones han sido tomados por el Estado Mayor Presidencial, ayer ocurrió otro tanto, pero con una hueste conformada por unas 30 personas, procedentes del área de limpieza de la presidencia municipal, que se ha hecho presente para dejarlo todo limpio y reluciente, los pisos, las paredes, las piedras, los vidrios, todo brillante, nada de basura… Que nadie vaya a decir que esta tierra que nos vio nacer está sucia; en alguna medida somos una sociedad de apariencias. (Felicitaciones, ampliaciones para esta columna, sugerencias y hasta quejas, diríjalas a carlos.cronista.aguascalientes@gmail.com).