LA MASACRE DE TLATELOLCO Sol Yucatán
- A medio siglo de la tragedia del 2 de octubre en Tlatelolco surgió una increíble coincidencia: El francotirador, que hirió gravemente al general José Hernández Toledo, estaba comprometido con Carlos A. Madrazo
- Los González Guardado vivían en el edificio ISSSTE, ubicado frente a la entonces Torre de Relaciones Exteriores y participaron desde antes en los encuentros, disparando contra la policía en batallas
Corresponsalías Nacionales/Grupo Sol Corporativo
(Primera de siete partes)
Ciudad de México.- A medio siglo de la tragedia del 2 de octubre en Tlatelolco, surge increíble coincidencia: El francotirador estudiantil Guillermo González Guardado, quién ese día hirió gravemente al general José Hernández Toledo, estaba comprometido con el tabasqueño Carlos A. Madrazo para promover la democratización del PRI desde el interior, fue gran amigo del presidente Ernesto Zedillo Ponce de León y al igual que el polémico ex “Camisa Roja”, murió a causa de un misterioso accidente.
Con razón pudo eludir siempre las investigaciones policiales: Antes que se le ocurriera confirmar la existencia de las “brigadas de seguridad”, formadas para proteger a mano armada a los líderes del Comité Nacional de Huelga, grupos que dispararon aquella tarde histórica contra el Ejército y la policía, fue convertido en diputado federal, y junto con un colega suyo, perdió la vida en un percance de tránsito, cuando llevaban equipo para la campaña del ahora Presidente Electo, Andrés Manuel López Obrador, el 27 de mayo de 1995, en las cercanías de Chalco, Estado de México.
Guillermo González Guardado fue denunciado por otro jefe de los comandos de seguridad, su hermano Jesús González Guardado, quien habría confesado que el posteriormente diputado federal “había herido de tres balazos al general José Hernández Toledo y matado a un soldado, cuando el comandante arengaba a los asistentes al mitin en la Plaza de las Tres Culturas”.
Los comandos de seguridad estaban integrados por un coordinador y seis tiradores, los grupos se distribuyeron estratégicamente para abrir fuego contra militares y granaderos, especialmente donde se considerara que estaban los altos mandos.
Los González Guardado vivían en el edificio ISSSTE, ubicado frente a la entonces Torre de Relaciones Exteriores y participaron desde antes en los encuentros, disparando contra la policía en batallas que tuvieron lugar en las cercanías de la Vocacional 7, que fue transformada en Clínica 27 del IMSS, y finalmente demolida por daños estructurales a consecuencia de sismos.
Para la celada tendida por guerrilleros y estudiantes extremistas el miércoles 2 de octubre de 1968, los González Guardado decidieron actuar desde su domicilio, Guillermo se ocultó en su departamento y Jesús lo hizo, con su grupo, en las afueras del inmueble.
Desde ahí confirmaron la llegada del Ejército y los granaderos, los militares arribaron caminando por la Calzada de Nonoalco y Prolongación de San Juan de Letrán; otros, por el sendero de subida colateral a la Vocacional 7, también en formación y caminando.
Entre tanto, los otros comandos de seguridad se instalaron, uno en un jardín cercano a Relaciones Exteriores y otros en la explanada de las banderas, ubicada como a cuatro metros de altura, en relación con el nivel de Prolongación de San Juan de Letrán, ahora Eje Central Lázaro Cárdenas.
El alto mando del Ejército se instaló con calma en el túnel —existente todavía— que llevaba a la Vocacional 7 y daba un acceso cómodo a la Plaza de las Tres Culturas. Con aparatos de intercomunicación los González Guardado informaban a los demás comandos sobre la ubicación de los jefes militares.
En el departamento de los González Guardado también estuvo el líder sinaloense Sóstenes Tordecillas Bagazuma, esa tarde mató de un tiro en la cabeza al socorrista de la Cruz Roja, Antonio Solórzano Gaona (pariente de dos toreros famosos), quien se encontraba cerca de un transporte de Bomberos, próximo al jeep desde donde el general José Hernández Toledo habló con megáfono a los asistentes al mitin, para que se retiraran en paz, pues no se permitiría una marcha programada para “recuperar las instalaciones del Instituto Politécnico Nacional, en el Casco de Santo Tomás”.
Al recibir el balazo, Antonio no falleció instantáneamente, fue trasladado de emergencia al hospital de la benemérita institución, en una ambulancia dónde se intentó salvarle la vida.
El joven socorrista falleció poco después y su nombre no fue incorporado en la lista de honor del salón de caídos en cumplimiento de su deber, porque según los directivos de la Cruz Roja, “ese día estaba de descanso”.
Guillermo González Guardado derribó de tres balazos por la espalda al general José Hernández Toledo, quien soltó el megáfono y alcanzó a ver cómo era abatido un soldado. Una de las balas se fragmentó en 21 esquirlas y el general consideró que sus días habían terminado, cuando fue apoyado para que no cayera desde lo alto del jeep donde se encontraba de pie.
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